Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
mexico feminicidio 8m
Photo by: Secretaría de Cultura Ciudad de México ©

El muro de la violencia

Con motivo de las marchas programadas para el Día internacional de la mujer, el Palacio Nacional de la capital de México fue blindado con una valla metálica de más de 3 metros de altura. Al día siguiente, decenas de mujeres y sus hijos la convirtieron en un gigantesco lienzo para hacer el más impresionante y descorazonador mural que jamás se haya visto en la historia de México, en cuanto a violencia de género. Escritos con puño y letra, con el título “Víctimas de feminicidio” los nombres de miles de niñas, jóvenes, y mujeres desaparecidas o asesinadas fueron escritos en una pieza que marcará nuestras vidas por siempre. Los medios de comunicación más importantes a nivel mundial y los social media han reproducido las imágenes del edificio, así como las de los guardias apostados en su techo, en un claro ejemplo del terrible giro que han tomado las cosas, a raíz de una respuesta tibia y ambigua por parte de las autoridades.

El esfuerzo por proteger el edificio colonial construido en el siglo 16th como residencia de Hernán Cortés, conquistador de México y que fue construido sobre las ruinas del palacio de Moctezuma Xocoyotzin, fue visto como un ejemplo de la actitud que el gobierno ha tomado, protegiendo con más determinación el patrimonio nacional, que otro patrimonio más valioso: las vidas y seguridad de millones de mujeres en México. De acuerdo con conversaciones en twitter esto motivó aun más la participación en las movilizaciones organizadas en la capital y en la provincia, al fin de protestar y solidarizarse, unidas todas en un grito que pide ser escuchado. Las imágenes de twitter e Instagram con el hashtag #MexicanasResistiendoDesdeElExtranjero permitieron además que virtualmente miles más pudieran unirse a las acciones del #8M2021. Las protestas llegaron a Nueva York, Ámsterdam, París, entre otros e incluso en India.

Es importante recordar la larga lucha que la sociedad méxicana ha tenido para garantizar la seguridad y los derechos de las mujeres, así como para cambiar actitudes de marginación, micro agresiones, mansplaning, inseguridad, trata, inequidad en la esfera educativa, laboral, entre otras. Este es el país donde fue acuñado el término “feminicidio”—por la académica Marcela Lagarde—, mismo que no existía para tipificar asesinatos de mujeres por su género. Es también uno de los primeros países en el mundo en el tema de violencia doméstica, del que estudios han dicho que 11 mujeres son asesinadas cada día y que hay alrededor de 16,000 casos de violación, así como otros delitos que generalmente quedan impunes. De acuerdo con Animal Político, una de las fuentes más neutrales y fidedignas de noticias en México, en 2019 casi 3 mil mujeres fueron asesinadas, pero tan solo 726 casos fueron investigados como feminicidios. Contrariamente a lo que reportan fuentes oficiales como el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, diversas instituciones a nivel internacional y nacional han dicho que ese número ha aumentado considerablemente, especialmente en este tiempo de encierro por la pandemia, algo que ya se veía venir. De acuerdo con diversas fuentes, 2020 cierra con una cifra de al menos 3723 asesinados, de esos casos 969 fueron tipificados como feminicidios y, de acuerdo con el Center for Strategic¬International Studies, se ha dado un alza alarmante del 145% en denuncias.

Ya en los años ’90 del siglo pasado, con lo que se ha conocido como el terrible caso de “Las muertas de Juárez”, cientos de mujeres fueron secuestradas, desaparecidas o asesinadas en la frontera norte de México, y se evidenció la continua descalificación de las quejas de las víctimas, por parte de las autoridades, su falta de visión y solidaridad, así como la apatía, corrupción, y negligencia del sistema judicial y penal a la hora de dar seguimiento a las denuncias. La acumulación de hechos y malestar provocó que el 25 de noviembre de 2019, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia, cerca de 3 mil personas, mayoritariamente mujeres jóvenes, tiñeran de negro, naranja, morado y rosa la capital del país, y portaran pancartas con leyendas como “No estamos todas, faltan las asesinadas” o “Si no luchamos juntas nos matan por separado”.

El inicio de 2020 con el terrible caso de Fátima, una niña de 6 años que ha sido secuestrada y asesinada, llevó el país a un gran paro laboral colectivo, #UnDíaSinMujeres. El 9 de marzo millones de mujeres se quedaron en casa dejando en silencio calles, oficinas, y establecimientos, en un intento para mostrar de manera más tangible su importancia en la esfera pública y dar una alerta al mundo entero para que conocieran la realidad que se está viviendo dentro del país. Es también en este año que, tras la muerte de Jessica González, en septiembre, se da otra manifestación multitudinaria exigiendo justicia. En el mismo mes ocurrió el terrible caso de María Elena Ríos en Oaxaca, una saxofonista a quien quemaron el rostro con ácido, un caso que hasta el día de hoy queda sin ser castigado. En noviembre, en Cancún, cientos de mujeres denunciaron la desaparición y muerte de Bianca Alejandrina. La respuesta de autoridades y sociedad civil ante estas manifestaciones mostró la fractura que existe en la sociedad entre grupos que las apoyan y quienes la repudian e incluso hacen mofa de ellas. Esto en muchos aspectos ha hecho que se pierda de vista lo que es evidente, que no se han dado las condiciones para proteger la vida de las mujeres, perseguir casos de violencia, y hacer reformas de fondo en el sistema social y judicial, para terminar con un machismo sistémico que ha alcanzado niveles insospechados.

Con todo esto y la larga lista de casos que se han acumulado, no es de extrañarse que este 8 de marzo alrededor de más de 20 mil personas salieran a las calles a manifestarse en la capital del país. Muchas de ellas, embravecidas aún más por el levantamiento de la valla frente a Palacio Nacional, llegaron al zócalo a tratar de derribar la barrera y con ella el mural que se había hecho. Casi 2.300 policías fueron desplegados para contrarrestar a las manifestantes con gas lacrimógeno, aunque las autoridades han declarado que no se hizo uso de éste ni tampoco de la fuerza o violencia. Sin embargo, las imágenes de represión, enojo y agresión además de ser desgarradoras muestran otra realidad. De hecho, muchas de las participantes han declarado la existencia de infiltrados ajenos al movimiento, mismos que fueron responsables de muchos de los daños y de haber herido tanto a mujeres como a policías, con cifras que varían de fuente a fuente pero que van ya en decenas. A estas imágenes se unen las de actos de vandalismo a establecimientos comerciales y infraestructura, en un claro ejemplo de la furia y frustración a las que han llegado las manifestantes.

Es un hecho que las marchas, denuncias, e intentos de diálogo a lo largo de los años han sido fuertes y claros. Es un hecho que, a pesar de las promesas, los discursos, y los buenos propósitos, la violencia contra las mujeres va en aumento. Es un hecho que descalificar la raíz del problema muestra una total desconexión entre el discurso político y la percepción de una parte importante de la sociedad, así como de las familias de las víctimas. Es un hecho que argumentar que estas movilizaciones tienen un trasfondo político, acusarlas de presuntas conexiones con grupos conservadores desestabilizadores, o culpar a las feministas de manifestaciones reaccionarias que dañan a la sociedad, muestra una disonancia y una falta enorme de empatía y seriedad. En consecuencia es necesario tomar esta denuncia colectiva urgente e inaplazable.

Con una carta dirigida al Presidente Andrés Manuel López Obrador y firmada por #SOMOSUNAVOZ, difundida en las redes por hombres y mujeres que se han solidarizado con este movimiento, como el actor Gael García, se hacen peticiones puntuales vueltas a romper un pacto patriarcal que requiere cambios tanto en el gobierno como en la sociedad. En ella se dice que lo que es urgente es: “una estrategia nacional de seguridad con perspectiva de género para frenar los feminicidios, fortalecer las instituciones por denuncias de violencia de género que la pandemia ha agudizado, así como leyes que garanticen nuestros derechos humanos”. Se piden acciones claras que muestren que también se están escuchando las voces de quienes denuncian, como en el caso de la candidatura de Félix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero. En el caso de esta misiva, quienes la firman se reconocen como integrantes de diversos grupos feministas, pero en otros muchos casos, cientos de mujeres han hecho hincapié en que, lejos de sumarse a alguna ideología, lo que buscan es un cambio de actitud y el fin de los sistemas de opresión, censura y marginación que están enraizados en la mentalidad mexicana y que ponen en peligro el bienestar de mujeres y hombres.

Se ha pedido ampliamente que se revisen casos específicos como en las sentencias de cientos de mujeres que están privadas de su libertad por un delito cometido por un hombre. A este respecto, este 8 de marzo, mujeres de distintas prisiones en México —de quienes se ha dicho son “las olvidadas de las olvidadas”—difundieron por social media un video para decir, entre otras cosas, que “La cárcel de mujeres es la máxima expresión del sistema patriarcal y del machismo, podríamos meter las manos al fuego para decir que un 80% de la población penitenciaria estamos pagando por la culpa de un hombre”, “somos parte de la cultura del sometimiento, del miedo, y de la ignorancia”.

La comunidad académica, artística, y cultural se ha sumado con diversos esfuerzos para abrir los ojos a las autoridades y la población en general. Libros como Tsunami 1 y 2 coordinado por Gabriela Jauregui o Romper con la palabra, coordinado por una servidora, así como artículos como “#RopaSucia and No me llamo mamacita” hablan de una cultura de la violencia contra las mujeres que se reconoce en la escuela, la calle, y el hogar, y que se ha normalizado como parte de la esencia del hombre macho y la mujer sumisa. Este último artículo revisa instalaciones de arte, como la de Maricela Guerrero, Paola Abramo, y Xochitl Rodríguez, así cómo la hecha en la Ciudad de México por Tatyana Fazlalizadeh con posters en la vía pública para denunciar la violencia de género. El derecho de las mujeres a la seguridad de transitar por el espacio y la vía pública, se ha hecho de nuevo evidente con decenas de placas con el nombre de mujeres desaparecidas y con la leyenda #LasCallesTambiénSonNuestras #8M, que han sido colocadas en las esquinas de calles y avenidas. La instalación “Vivas Libres Juntas” que tuvo lugar este 8 de marzo frente al monumento de la Revolución y que fue capturada en la fotografía de Ana Chinos Salgado es otra de las acciones realizadas para crear sensibilización en las autoridades y la población civil. En otro intento por llevar esto a otros espacios, reconocidas cantantes y artistas como Vivir Quintana, María Bernal, Irina Índigo, y Sabina Odone, han escrito canciones como la “Canción sin miedo” para la marcha de 2020, y el himno feminista “Alerta” para conmemorar el #8M2021.

Diversos colectivos de mujeres se han unido y se hacen ahora visibles en las redes como las “Madres buscadoras de Sonora”, quienes junto con grupos como las de Tijuana, buscan en el desierto fosas clandestinas con la esperanza de encontrar a sus hijas e hijos desaparecidos. Las mujeres zapatistas aprovecharon el 8 de marzo, a través del Enlace Zapatista y el periódico La Jornada para rendir un tributo a las mujeres desaparecidas con un poema titulado “Las que no están”.

Sus historias./Sus alegrías y sus tristezas./Sus dolores y sus rabias./Sus olvidos y sus memorias./Sus risas y sus lágrimas./Sus presencias y sus ausencias./Sus corazones./Sus esperanzas./Su dignidad./Sus calendarios./Los que cumplieron./Los que les quedaron y les quedamos a deber./Sus gritos./Sus silencios./Eso, sobre todo sus silencios./¿Quién que es, no las escucha?/¿Quién no se reconoce en ellas?/Mujeres que luchan./Sí, nosotras./Pero sobre todo, ellas./y sin embargo están con nosotras./Porque no olvidamos,/porque no perdonamos,/por ellas y con ellas, luchamos.

Mujeres indígenas zapatistas.

8 de marzo del 2021.

En la víspera del Día Internacional de la mujer, las promesas ante las cámaras de televisión de diversos funcionarios declarando que no habría violencia en contra de las manifestantes y de que se les invitaba al diálogo, no lograron los resultados esperados. Por lo contrario, llevó a mujeres de distintas generaciones a reunirse, a sabienda de los peligros y las represalias legales, sociales, incluso el señalamiento es sus propias comunidades, que corrían, en un claro ejemplo de la desesperanza y enojo que las invade. 20 mil personas, más todas las que se dieron cita en otras ciudades, y en otros países del mundo, protestaron porque, como muchas de ellas dijeron, “nadie tiene derecho a desacreditar sus lágrimas, su lucha, y la desesperación con la que han llorado y buscado desesperadamente a sus hijas, madres, esposas, tías, o amigas”. Fueron las voces de quienes ven que en México no hay un futuro seguro para las nuevas generaciones de mujeres.

Me parece que la fotografía difundida por la agencia Cuartoscuro en la cual aparece una niña volando un papalote frente al “Muro de la violencia, de la impunidad, de la memoria”, muestra para quiénes es este movimiento y la importancia de tomarlo con seriedad.

Este 8 de marzo de 2021, una vez más, los ojos perplejos del mundo fueron testigos.


Photo by: Secretaría de Cultura Ciudad de México ©

Hey you,
¿nos brindas un café?