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El impacto de la corrupción en los derechos humanos
Harrys Salswach

La experiencia de leer: El impacto de la corrupción en los derechos humanos

Abuso del poder encomendado para beneficio personal. Esta definición es la más utilizada para dar cuenta del fenómeno de la corrupción, y es la que propone Transparencia Internacional. Breve, concisa y clara. ¿Cómo ha sido posible que la penalización de la corrupción como violación de los derechos humanos sea aún un asunto a discutir? La corrupción se da fuera de la Ley, y la Ley es garantía de orden y cumplimiento de los Derechos Humanos. El corrupto, en mayor o menor grado, socava, atenta y en última instancia niega la dignidad del ser humano.

Las líneas anteriores son la columna vertebral que recorre este libro colectivo. El impacto de la corrupción en los derechos humanos (Instituto de Estudios Constitucionales del Estado de Querétaro, México, 2018) en principio viene a señalar lo que es ya una reiteración significativa: el nexo entre corrupción y violación de los Derechos Humanos, que exige una construcción o estructuración jurídica supranacional sólida capaz de llevar ante instancias internacionales a individuos o grupos de individuos que conforman gobiernos, instituciones, organizaciones, privadas o públicas, al banquillo de los acusados por mucho más que haber “embadurnado de mermelada” a unos cuantos por codicia. Escriben, entre otros, los expertos Anne Peters, Edgardo Buscaglia, Flavia Piovesan, Luis Daniel Vásquez, Thelman Aldana Hernández y Óscar Solórzano. El prólogo es del secretario general de la OEA, Luis Almagro.

Desde el caso de la FIFA y los sobornos por el Mundial de Sudáfrica 2010 que condujo a la cárcel y a la defenestración de tantos de sus dirigentes e implicados a nivel mundial, hasta la recuperación de activos de la corrupción en el Perú de Montesinos y Fujimori; pasando por los indicadores estadísticos de la corrupción en México; las paradojas de una corrupción cuyos “capitales” pueden entrar a jugar en la economía legal mundial; los acuerdos de paz entre el Gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca firmados hace ya un par de décadas y que sembraron las bases para cambiar estructuras de poder cuyos engranajes identificaban poder, corrupción y violencia; los casos de corrupción brasileños que han tenido una onda expansiva que aún no se detiene y hace tambalear y caer gobiernos: Operación Lava Jato, Operación Mensalao; este trabajo aborda desde distintas perspectivas, jurisdicciones, experiencias, metodologías, análisis, la corrupción en Latinoamérica en una Justicia globalizada. Y, aunque su contenido no siga un orden estructurado a partir de la impecable introducción y marco general de Anne Peters (directora del Instituto Max Planck de Derecho Público Comparado y Derecho Internacional Público), el lector perspicaz podría caer en cuenta que todo el panorama de vicios institucionales, ruindades humanas y violaciones de los derechos más elementales se concentra y desborda en el caso atroz venezolano.

Carlos Tablante, quien se encarga de introducir lo que sucede en Venezuela, expone cómo la corrupción se ha transformado en la norma hasta ser prácticamente una política de Estado (que ha llamado acertadamente «Estado delincuente» aunque quizás se haya quedado, a la vista de hoy, corto en su apreciación) y no se anda con rodeos técnicos ni formas académicas para señalar desde el comienzo del capítulo la consecuencia devastadora que ha tenido la corrupción sobre la vida de los habitantes de un país que desaparece. Sin embargo, no prescinde de datos rigurosos, estadísticas, cifras contrastadas, fuentes periodísticas sólidas, para ir desenredando el imbricado tejido del saqueo del erario público y privado (cuyas delimitaciones ya son más que difusas) hasta llegar a las consecuencias horrorosas que hoy convierten el territorio una vez llamado Venezuela en un gigantesco gulag tropical. Se puede o no estar de acuerdo con Tablante con respecto a la naturaleza de la cofradía delincuencial que gobierna el país petrolero. Para el político en el exilio, la ideología es solo la vestimenta que encubre a los detentores del poder, cuando es obvio que tal criminalidad institucionalizada es la consecuencia de carácter ineludible de la irrupción de la ideología comunista en el alma de los hombres, como si ser delincuente y rojo no fuesen esencialmente causa y efecto de sí.

En lo que no cabe discusión es en el diagnóstico, la denuncia y la propuesta, en el llamado al apoyo internacional, en agotar todas las instancias para que en Venezuela y Latinoamérica se consolide un marco jurídico que constriña la acción de la corrupción, que no se puede eliminar por completo ya que es constitutiva al hombre, pero que pueda mitigarse, controlarse,  reducirse y castigarse. El conjunto de trabajos de especialistas reunido y editado en este volumen por el propio Carlos Tablante y Mariela Morales Antoniazzi, de descarga y consulta gratuita (https://goo.gl/raCmsv), es un aporte significativo en ese sentido. Y más allá de cualquier apreciación estilística, editorial o literaria del conjunto, El impacto de la corrupción en los derechos humanos, es una prueba de que pronto el desvío del presupuesto para la compra de medicamentos de un hospital público o clínica privada, hacia paraísos fiscales para beneficio de varios pillos, no solo tendrá las consecuencias lamentables —y evitables— para el enfermo, sino que conducirá a los implicados ante la Justicia, y los cargos se parecerán más a los que caen sobre algunos jerarcas y dictadores que han masacrado a sus gobernados que al que cae sobre un carterista de feria.

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