Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Photo Credits: Derek Key ©
Photo Credits: Derek Key ©

El hechizo de Nueva York

NUEVA YORK: No se puede negar que las grandes ciudades tienen un atractivo especial para la mayoría de las personas. Y Nueva York, siendo una de las ciudades más grandes del mundo, tiene muchas cualidades que la hacen única. No fue así para mí, sin embargo, cuando llegué a ella por primera vez.

Vine a Nueva York en 1971 con mi esposa e hija a hacer investigaciones en genética microbiana, un nuevo campo de investigación para mí. A pesar de haber vivido anteriormente en Buenos Aires, otra gran ciudad, durante cinco años, el choque cultural fue tremendo para mí (mi esposa había estado aquí antes). Y no ayudó que cuando llegamos nos enviaran al lugar equivocado.

El hotel que nuestros anfitriones habían reservado para nosotros tenía dos alas que no podrían haber sido más diferentes: una nueva, la otra vieja y poco atractiva, llena de personajes extraños. Nuestros anfitriones no tenían conocimiento de esta disparidad y terminamos en el ala antigua del hotel. No sólo nuestra habitación era antigua sino que, además, era maloliente y habitada por cucarachas y otros insectos que aterrorizaron a mi hija y preocuparon a mí y a mi esposa.

Mi dominio del inglés era extremadamente pobre. Aunque podía leer y escribir sin mayores problemas, casi no tenía experiencia en hablarlo. Mi esposa, por el contrario, era profesora de inglés, lenguaje que había hablado desde la infancia. Estas dificultades con el idioma, junto con un ambiente hostil y extraño me hizo desear regresar a mi país al poco tiempo de llegado a esta ciudad.

Afortunadamente, el sentido común de mi esposa se impuso y decidimos quedarnos. Al poco tiempo de llegar, algunos amigos de mi jefe de investigaciones nos prestaron un departamento hasta que, finalmente, alquilamos el nuestro. A partir de entonces nos sentimos totalmente a gusto con la ciudad. Nueva York, que fue tan dura para mí al principio, se convirtió en nuestro hogar por casi 45 años.

Uno de los grandes atractivos de una ciudad cosmopolita como Nueva York que yo particularmente atesoro es la posibilidad de experimentar situaciones inusuales. Recientemente almorcé con un amigo en un antiguo restaurante con enormes paneles de madera situado en el sótano de un hotel de Greenwich Village. Este lugar, probablemente, había visto antes escritores de la talla de Mary McCarthy, Allen Ginsberg, y Edmund Wilson.

Mientras hablábamos sobre lo que hace de Nueva York un lugar tan interesante le conté a mi amigo una anécdota sobre la ciudad. Yo regresaba a casa después de cenar en casa de unos amigos en una fría noche de invierno. Sólo había dos personas en el subterráneo sentadas muy cerca una de la otra en un extremo del vagón: una mujer de avanzada edad y yo.

Los dos estábamos en silencio. Ella estaba leyendo una revista y yo estaba perdido en mis propios pensamientos cuando oímos un ruido alto y repetitivo que venía desde el otro extremo del coche. De repente, vimos a un joven que entraba por la puerta. A pesar de la temperatura extremadamente fría, el sólo estaba vestido con pantalones cortos, una camiseta sin mangas y un enorme sombrero mexicano con pequeños abalorios colgantes mientras jugaba con una pelota de baloncesto cuando caminaba de coche en coche. Mi compañera de viaje y yo nos miramos el uno al otro. Entonces, ella me dijo en voz baja: «Sólo en Nueva York, sólo en Nueva York.»

Para no ser menos, mi amigo me contó su incidente de subterráneo favorito. Después de hacer compras toda una tarde, él y su esposa regresaron cansados a su hogar en el subterráneo. Frente a ellos había un hombre muy despeinado, en si un espectáculo que no es inusual en Nueva York.

Lo que llamó la atención de mi amigo, sin embargo, era que el hombre estaba leyendo un libro con toda atención y completamente ajeno a su entorno, sin molestarse en levantar la mirada aunque sea por un segundo, totalmente cautivado por su libro. Lo que también sorprendió a mi amigo era la expresión hostil y enojada del hombre, lo que les causó un cierto malestar tanto a su esposa como a él mismo.

¿Qué es lo que este hombre podría estar leyendo, se preguntaba mi amigo, que le hizo fijar toda su atención en ese libro? A pesar de sus numerosos intentos no pudo leer su título. A último momento, sin embargo, la curiosidad de mi amigo fue recompensada. Justo antes de bajarse pudo darle un vistazo al título. A pesar de su aspecto descuidado y hostil el hombre estaba leyendo el libro de Dale Carnegie titulado «Cómo ganar amigos e influir sobre las personas».


Photo Credits: Derek Key ©

Hey you,
¿nos brindas un café?