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manuel lopez
Photo by: Tool Dude ©

El handyman me mira directo a los ojos

El handyman tiene 43 años y el pasado noviembre fue la primera vez que votó en su vida. Nació en Fellsmere, un pequeño pueblo en Indian River County. Hablando de votos, fue en esta ciudad donde primero le permitieron votar a la mujer en la Florida. Era por allá por el 1915, y cinco años antes del famoso 19th Amendment permitiéndole a la mujer hacerlo en todo el país.

¿Quién lo pensaría de este pueblo conservador?

El handyman me mira directo a los ojos. Su barba rojiza me desordena un poco, lo confieso. Estoy tentado a preguntarle si el resto de los vellos en su cuerpo son rojizos también. Me controlo. Es que siempre me ha inquietado ese detalle con los pelirrojos. Me dice que votó por primera vez porque pensaba, es más, estaba seguro de Trump. Me dice que no creía en el sistema hasta que en el 2016 apareció Trump.

Tenemos poco en común. Es un americano pelirrojo, heterosexual. No le interesa mucho la poesía, pero si le fascinan las artes plásticas. Tiene dos hijas adolescentes. Una es tremenda artista in the making y su sueño es visitar la China. Yo visité la China hace años atrás. A cada paso la comparaba con aquella isla. Le hablo de mi viaje. Encuentro unas postales que guardo desde hace mucho y se las regalo para su hija artista. No es muy expresivo. Baja la vista apenado por el regalo.

El handyman me mira directo a los ojos. Me comenta que detesta a los políticos demócratas porque estrictamente hablan de la pobreza de los latinos y de los afroamericanos. Le presto atención. Sus ojos se aguan. Brillan en esta mañana de invierno tropical.

Su esposa se ha caído en el trabajo, dañándose la columna. Debe hacer reposo. Me comenta que se encarga de cocinar la mayoría del tiempo. Su esposa no es buena cocinera. Tiene un pastor alemán que vive dentro de la casa. Su perro no permite que nadie se les acerque a sus hijas, ni a sus herramientas de trabajo. Le hago un chiste tonto y sonríe. Su sonrisa es comedida.

No habla de escasez, pero me doy cuenta. Su vecina, una americana también blanca originaria de New Jersey le llama al inspector de la ciudad. Reclama que su césped hace semanas no lo cortan. La maquina de cortar hierba se le ha roto y no puede reemplazarla. Agarra un machete y poco a poco va desmochando el césped. Quiere complacer a la vecina. No puede pagar la multa que el inspector quiere cobrarle. Su esposa ha dejado de trabajar porque no aguanta el dolor en la espalda. Llama y me pregunta si necesito algún trabajo. Nos ponemos de acuerdo y pinta la habitación de un beige inexpresivo. De un color fatuo, aburridísimo. Hablamos un poco mientras se seca la primera mano de pintura. Vuelve el tema de las elecciones. Se siente desesperanzado. Asegura que ahora si nunca volverá a votar.

El handyman me mira directo a los ojos y me dice: “También existen blancos pobres en este país.”


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