El esclavo entra y le entrega la copa oscura de veneno.
Sócrates pregunta qué debe hacer. El anciano no ofrece ninguna resistencia. Solo quiere saber.El filósofo ya es otro: ha sido atrapado por el fantasma ecuánime de la muerte.
El esclavo le dice que después de beber la cicuta salga a dar un paseo.
Hay una indiferencia que abisma. El esclavo no siente compasión.Se limita a un acto mecánico de recomendación, como si Sócrates solo tuviera que cumplir un protocolo, un conjunto de comportamientos según la ley. El esclavo trata a Sócrates como un autómata, un robot que cumple una regla mínima.
Sócrates bebe el veneno, pasea y se recuesta.
El líquido indiferente ingresa lentamente en el cuerpo. Primero se enfrían sus pies. Luego el veneno gana la batalla.
Antes del último suspiro, Sócrates le pide a Critón que le entregue un gallo a Asclepio. Ese pedido define el futuro irónico de la filosofía.
El fin solo tiene sentido como el inicio de una broma.
Photo Credits: Dennis Skley ©