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jose montero
Photo by: Cameron Russell ©

El Evangelio según Raül Refree y Niño de Elche

El filósofo rumano Mircea Eliade escribió que la música tiene un componente espiritual y una intensidad mística difícil de concebir para nuestra mente moderna y desacralizada. Casi imposible es también tratar de trasladar a palabras la experiencia que proponen Raül Refree y El Niño de Elche bajo el título de ‘Ecstasis’ y que presentaron en el patio del antiguo Cuartel Instrucción Marinería de Cartagena dentro del programa de La Mar de Músicas.

Si Raül Refree es uno de los principales artífices del momento de explosión creativa que vive la música contemporánea en España, Niño de Elche merece ya un lugar entre los más grandes de la heterodoxia flamenca. Quien considere exageradas estas afirmaciones, que trate de buscar otros tres nombres del mismo impacto creativo en la última década.

‘Ecstasis’ suele presentarse como la musicalización de poemas de San Juan de la Cruz, Ernesto Cardenal, Angelica Liddell, Enrique Falcón o Thomas Merton, que han encontrado en el éxtasis religioso y místico una forma de adentrarse en las emociones más profundas del ser humano. Apenas estamos rozando la superficie de lo que acontece en la hora aproximada que dura la experiencia de ‘Ecstasis’, durante la cual el público apenas es capaz de parpadear ante lo que acontece sobre el escenario.

No es difícil imaginar cómo debieron sentirse quienes escucharon por primera vez el Evangelio según San Mateo del “subversivo” Bach, que con unos mimbres similares fue capaz de romper la historia de la música en dos, pero que fue acusado de oscurecer la liturgia con un exceso de arte y una cantidad interminable de metáforas y figuras. Si lo primero que se viene a la mente es a Bach, inmediatamente aparecen los efluvios a Arvo Pärt, Michael Nyman o Philip Glass, quizá incluso un paso más allá, hasta hablar de arte sonoro y de experimentación performativa.

Al mismo tiempo, y sin perder el halo de estar ante una pieza de rabiosa creatividad contemporánea, la propuesta de Refree y Niño de Elche, evoca al sentimiento religioso popular, semanasantero y cofrade de Pasiones en las calles, de lamentos profundos y noches oscuras de Jueves Santos, faja de cerdas y cadenillas de hierro con puntas de los penitentes que piden clemencia por la calles oscuras del tiempo.

También hay letanías de misa, credos y vocales desarropadas de significados que van armando un lenguaje propio, sin solución de continuidad, sin silencios ni aplausos, sin buenas noches, ni gracias. Liturgia y ritual ancestral que acompañaron al ser humano de las cuevas prehistóricas, pero también al humano enfermo de ansiedad ante un mundo que camina a la distopía irremediable. Hemos dejado de comprender la intensidad mística del ritual y, sin embargo, seguimos sintiendo la necesidad de ser arrastrados hacia esas aguas profundas a pesar de sentir llamas del infierno, como en ese instante en el que Refree araña las entrañas de su guitarra donde las sepulturas se abren. Entonces, cuentan los textos sagrados que los muertos resucitan y la música nunca se termina. Se transforma. Sea.


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