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Talismanes para la fuga de Edda Armas

El encierro, los talismanes y el zarpar de la memoria

Talismanes para la fuga de Edda Armas, fue publicado este mismo año por Vaso roto (Madrid) en cuidada edición con un grabado de Víctor Ramírez en la cubierta. Se escribe entre los años 2017 y 2019 y solo dos de ellos, Talismán caracol para el adiós y Talismán Divina D’Orsi Barone, durante los primeros meses de 2021.

En el prólogo Del duende al talismán, la filóloga y poeta española Amalia Iglesias Serna establece una interesante

asociación entre el “duende” de Federico García Lorca y los talismanes de Edda Armas.

Talismanes para la fuga se desarrolla a través de tres apartados: Paraje i (En colmado espacio de encierro), Paraje ii (Cuadernillo de talismanes imprescindibles: propios y ajenos) y Paraje iii (Memorias al zarpar).

Al final se añade una coda con sus dedicatorias y agradecimientos.

En el interior del libro se encuentran menciones y citas de algunos escritores y artistas: Olga Orozco, Jorge Luis Borges, Arthur Rimbaud, Rafael Cadenas, Stéphane Mallarmé, María Clara Salas, Antonio Colinas, Octavio Paz, Alfredo Armas Alfonzo, Federico García Lorca, Victoria de Stéfano; Remedios Varo, Claude Monet, Marc Chagall y Marcel Duchamp.

Edda Armas construye una suerte de cábala fantástica y personal, aquella en su más amplia acepción, en tanto interpretación mística y alegórica mediante un cálculo formado a partir de datos o de indicios elegidos voluntariamente.

La poeta crea un juego de transposiciones entre las palabras y los talismanes y desarrolla esta cábala sobre algunos datos de su elección convertidos en amuletos propios, cargados intencionalmente de poderes mágicos.

La voz talismán se deriva del griego télesma que significa “rito religioso”. De la mano de la hechicera Circe, comienza el proceso de ritualización por medio de diversas materias que se abren en múltiples líneas de fuga.

En una de sus listas, incluye los siguientes talismanes:

La cruz
Un ojo de Horus
El cuerno de ciervo
La pata de conejo
El milagro de plata al tobillo
Un verso de Lorca
La cayena roja al cabello

Una carta, un simple trozo de papel también podría llegar a convertirse en talismán al grabársele, en cada uno de los vocablos, un simbolismo particular cuya finalidad sería exclusivamente autorreferencial. Igualmente, un verso, una pintura, un país, un amigo, un determinado escritor o sus queridos difuntos, al otorgarles determinadas propiedades, podrían alcanzar la condición de talismán: el padre, o bien, su hermana, a quien la poeta le dedica Talismán caracol para el adiós.

En Paraje i (En colmado espacio de encierro) leemos:

Noble laberinto
del escindido yo
donde se le disparan
las narrativas al otro.

Vemos cómo el yo se escinde en el otro, se convierte en su contraparte, “siendo apenas”, dice Edda Armas, “fragmentos de lo que juntos fuimos”.

En otro lugar indaga en los trazos oscuros y ciegos de la escritura en un intento por descifrar su oculta sintaxis, y a veces, su ausencia de color:

Levitar entre dos lenguas
al no comprender la palabra
que entre la nada y la resaca
hace abismo cuando escribes.

Hay momentos en que la poeta parece querer diseccionar el lenguaje, hurgar en sus entrañas, ir al fondo hasta extraer su misteriosa esencia tal como lo manifiestan estos versos:

Línea tenaz del claroscuro
que reclama salir de uno mismo.
Como si fueses único ojo
en la noche
fugándote de las estrellas
en la estación del poema.

En Paraje ii (Cuadernillo de talismanes imprescindibles: propios y ajenos), incorpora personas y voces. Cito algunos a continuación:

Talismán Remedios Varo, dedicado a la artista ibero-mexicana cuyas pinturas más características representan temas esotéricos y surreales que reflejan sus experiencias místicas a partir de elementos y figuras mágicas: ruedas metafísicas, hechiceras, trasmundos, rayos ancestrales, alquimistas, premoniciones, y la recurrente utilización de la esfera como símbolo de la unidad del hombre, la naturaleza y el cosmos. Edda Armas elabora en este contexto un talismán propio y nos da las claves de su preparación:

Una porción de sueños en pedazo de papel de seda, algo de lavanda triturada, 9 ramas de tomillo, polvos de incienso, pizca de sales, 4 granos dorados, 1 chorrito de cera virgen, hilo de limbo, 3 gotas de Mercurio, pelos de gato negro, ½ vaso de agua del río Orinoco, 2 huesos de alas de pollo, 7 espinas del erizo, 1 trébol tomado en el cerro Ávila,1 araña seca, 9 gotas de miel de mastranto, ralladura de jabón azul Las Llaves, pizca de cáscara de limón, 13 gotas de agua del mar Caribe, algo de penca de Sábila, 7 pétalos de rosa, son algunos ingredientes.

También el poema de Olga Orozco “Para hacer un talismán” del que aquí me permito volver a citar su primer verso:

Se necesita sólo tu corazón
hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios.
Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría.

Nada más que un indefenso corazón enamorado.
Déjalo a la intemperie…

También el Talismán de Saturno en referencia al alquimista, médico y astrólogo Paracelso, conocido por su intento de convertir la dureza de algún metal en oro, y por su colección de talismanes a partir de cálculos planetarios y astrológicos capaces de modificar las circunstancias del portador.

Edda Armas trae aquí el número quince impreso en un redondel de plomo, dispuesto en tres líneas, 4 9 2, 3 5 7, 8 1 6, las cuales tendrían la particularidad que, al ser sumadas horizontal o verticalmente, siempre darían como resultado el quince y, observa, que éste nos protegería de accidentes, si le llevas dentro del zapato izquierdo, escribiendo en su suela la palabra Saturno.

O el conocido poema de Jorge Luis Borges “Talismanes” quien, tras enumerar la lista de sus amuletos fantásticos, se refiere a la incapacidad que tienen para ahuyentar nuestros más recónditos temores.

Traigo el final del texto borgiano que cita Edda Armas:

Ciertamente son talismanes, pero de nada sirven contra la sombra que no puedo nombrar, contra la sombra que no debo nombrar.

De no estar cargadas del poder de trasformación, las palabras, en vez de alejarnos del infortunio, más bien quedarían reducidas a simples carcasas y entonces la escritura perdería su fuerza iluminadora.

En Talismanes para la fuga leemos:

Registro inútil o tal vez útil, sino es cáscara vacía que se borra al colocar un punto: el punto y otro punto más al espeso cielo gris con el sol cortando el texto imposible de los días

Paraje iii (Memorias al zarpar), es el último de los apartados del libro, y quizás sea el más críptico en relación con los anteriores cuyo hermetismo se hace más evidente en su encuentro con las poéticas de Stéphane Mallarmé y Marcel Duchamp.

Sobre una mesa figurada, la poeta invoca a la fortuna y lanza su golpe de dados. Todo Pensamiento emite un Golpe de Dados, escribía Mallarmé, aunque a una tirada de dados no le será posible suprimir el azar.

Leo a continuación dos de los textos:

Dadoº

Pertinente
Herido
Indultado
al final de la línea

Dadoººº

Espina
amarilla
oblicua
arisca
ínfima

En otra parte, en el poema Nueve ciegos, Edda Armas mantiene un diálogo onírico con Marcel Duchamp del que emergen varios textos brevísimos que nos hacen pensar en una especie de ready-made literario que, por su inmediatez, producen una sensación de absurdo y de sorpresa al realizar modificaciones en el contexto de la aparición de las imágenes. Cito algunos:

6       El gas
         que ni asfixia
         ni redime
         en el tamiz
         desequilibrado
         del laberinto

7         La flecha sin fin
         visible fuga
         del ciervo

8       El cuerpo
         sin cesar
         fugitivo

9       La unidad
         del deseo y
         la pasión:
         a s t i ll as
         en el otro

10     Coincidir
         en el mismo volar
         del deseo.

En Talismanes para la fuga, punto a punto, la escritora hila su noble tejido dejándose llevar por la corriente del lenguaje, por la sucesión espontánea de imágenes y visiones.

Tal vez éste sea el libro más hermético de Edda Armas, pero en él su fecunda escritura alcanza de nuevo la plena madurez del oficio.

Finalizo con estos hermosos versos suyos:

Decir
que la palabra mancha
siendo indeleble,
que viene y vuelve
siendo repetición perpetua
consternada ya en picada
la enflaquecida aguja.


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