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Nathalia Baena Giraldo

El destino del hombre es doloroso

Se dice que Vicente era un hombre y que, como hombre, nunca tuvo planes de ser Nobel de Literatura ni de ocultar su homosexualidad ni mucho menos de ser infeliz. Las preferencias del hombre siempre han sido otras.

En los años 20, cuando las enfermedades más comunes eran la guerra -emocional y terrenal- y la tuberculosis renal, huir dejaba de ser una opción y se convertía en lo más parecido a la imperturbabilidad. El hombre, Vicente Pío Marcelino Cirilo Aleixandre y Merlo, quien entonces ya tan solo tenía un riñón y residía en su casa ubicada en Madrid, escapó hacia la poesía.

– “Poesía es comunicación”, decía y repetía.

El 26 de abril de 1898, hace 120 años, nació en Sevilla, España, el poeta que creía que la libertad del hombre está adherida al sentido del progreso. Él, que tenía la piel sin arrugas y los dientes casi tan desordenados como su vida emocional, no se equivocó. Vicente fue un hombre que tardó en leer poesía pero que fue poeta; que tuvo su primera relación seria con una cabaretera llamada María Valls; que tuvo como recuerdo más remoto de su infancia a su hermano menor corriendo alegre por el pasillo de su casa y quien falleció siendo aún niño. Un hombre que fue homosexual, abogado y profesor; que dejó más de 22 libros de poemas; que tuvo los ojos como el mar; que murió hace 34 años y que en 1977, mientras España volvía a votar en elecciones libres después de 40 años de dictadura, recibió el premio Nobel de Literatura que le otorgó la Academia Sueca.

Se dice que fue izquierdista, censurado y exiliado interiormente. Se dice, también, que a veces escribía sobre el amor y otras -de forma desatada y surreal- sobre el sufrimiento.Un día decide escribirle una carta a su amigo Miguel Hernández confesándose: “No me han querido nunca como yo he querido; aunque me hayan querido, nunca, ay, supieron quererme como mi corazón pedía”.

-“El poeta es el hombre”, decía y repetía.

La casa donde vivió toda su vida es conocida como “La casa de los poetas” y fue bautizada por él, en 1927, como “Velintonia”. Esa casa, que fue bombardeada en la Guerra Civil, abandonada y que se ha mantenido en ruinas, va a ser rehabilitada gracias a una propuesta de un concejal aprobada el 29 de marzo de 2017: un necesario escarmiento. Velintonia le sirvió como refugio, inspiración y escuela a hombres como Rafael Alberti, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Carlos Bousoño, Miguel Hernández, José Antonio Muñoz Rojas y claro, a su entonces amante Andrés Acero.

-“Aleixandre era muy pudoroso de su condición homosexual por el daño que pudiera hacer a su familia, sobre todo a su hermana, pero a mí me dijo que cuando muriese no le importaba que se supiera la verdad; consideraba que no era ningún desdoro», decía su amigo, escritor y director de cine español, Vicente Molina Foix.

Su poesía se dividió en dos: la inserción del hombre en el cosmos y la búsqueda de la libertad. Esa incertidumbre de querer entenderlo todo nació desde el primer momento en que leyó a quien sería su referente poético desde sus 18 años: Rubén Darío. Y entonces, cuando su vida parecía estar acabando, volvían esas sensaciones: “Quiero saber si un puente es hierro o es anhelo,/esa dificultad de unir dos carnes íntimas,/esa separación de los pechos tocados/por una flecha nueva surtida entre lo verde.”

Lo que Vicente no pudo ser está inmerso en sus poemas: un Hombre. El universo. Un pájaro. El mar en la noche. Un pie desnudo. Una canción. Un cuerpo infatigable. El tiempo, un abismo o un reloj. Todo aquello que temía eran asuntos que estaban apresados en su intimidad. Parecía estar mudo de noche: “¿Cómo era sonreír, cómo era?/Era una historia sencilla, fácil de narrar, olvidada/mientras la luz se hacía cuerpo y se la llevaban las sangres./Qué fácil es confundir un beso y un coágulo.”

El hombre ideal era, para Vicente, aquel que no está contaminado por las limitaciones y el dolor. Aquel que ve en el tiempo una posibilidad, un camino. Aquel que es consciente de que la justicia está envenenada por la falta de libertad y que, aún hoy, predica bajo ese amparo. Decía -fatigado y abatido- que la libertad del hombre es, en el fondo, inalcanzable; creencias que tuvo desde siempre. Decía, como si fuera hoy, que la mutación de niño a hombre trazaba una línea entre lo que creía que era el mundo: un paraíso, y lo que realmente es: una cárcel con una reja.

Hay cosas que son difíciles de saber. A quién amó con más intensidad, por ejemplo, o por qué tuvo tanto miedo o cuáles de sus poemas estaban dirigidos a un amante o a una mujer. Tal vez Vicente amaba a todos: al Hombre como ser humano. Tal vez fue esa la razón por la que no pudo ser para unos pocos, sino para todos: desde su obra poética hasta su sexualidad. Tal vez fue esa -la inmortalidad que sugiere la poesía- la mejor manera de vengarse del dolor que le causó todo aquello que no pudo ser.

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