El croto sigue su instinto. Camina hacia las afueras de la ciudad. Después de una hora, llega a un barrio de clase media.
Empuja las piedras de las calles de tierra hasta que llega a una casa. Cruza el cantero y se para al lado de una ventana. Un chico juega con otro. Una mujer delgada trabaja en la cocina.
El croto los observa durante un rato, absorto. De repente, se produce un ruido en la puerta. El croto se asusta y vuelve sobre sus pasos.
La mujer delgada sale a la vereda y se dirige al kiosco.
El croto se aparta. Asistido por un miedo ancestral, corre por una callecita angosta y alcanza la avenida. Se aleja del barrio.
Photo by: Matthew Paul Argall ©