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Juan Eduardo Fernandez

El beso argentino

Estos meses en Argentina no han sido nada fáciles para mí. Si ya separarse de la familia es difícil, imagínense tener que aprender el idioma porteño y adaptarse a las costumbres de un nuevo país. Gracias a Dios, ya estoy hablando y escribiendo argentino casi a la perfección pero donde sí he tenido problemas es con algunas costumbres.

La que me trajo muchos problemas, incluso problemas legales, fue el tema del saludo, acá se conoce como “el beso argentino”. Paso a relatar lo que me paso:

El primer ciudadano de esta patria grande, patria buena, patria bonita… Dios te bendiga Rosa Inés… Perdón, me dejé llevar. Como seguía contando, el primer argentino que me saludó con un beso en la mejilla, fue el policía que se encargó de tramitar mi constancia de domicilio, constancia que debe presentarse obligatoriamente a la hora de gestionar el DNI (la cédula argentina, para los lectores que no hablan el idioma del sur), solo pagué 10 pesos por este trámite (y el beso).

Confieso que pensé: “Menos mal que este tipo no es quien saca el DNI porque si no quién sabe qué le hubiese tenido que dar”.

Al día siguiente fui a mi trabajo, ubicado por Florida y en el trayecto vi como dos policías se saludaban con un beso en la mejilla; entonces entendí que era un código, una jerga entre policías.

Al salir de mi Laburo (dícese de la acción de trabajar, chambear, dejar los cueros etc.), fui al encuentro de dos amigos para ir al Museo del Humor. Pero nunca di con la dirección; afortunadamente cuando ya entraba en desesperación vi a una mujer policía. Entonces pensé:

– Seguro ella me ayudará a llegar al lugar.

Para no abordarla directamente, decidí primero saludar. Así que hice en fracciones de segundos el siguiente cálculo matemático:

Hombre Policía + Hombre Policía = Beso en la mejilla.

Hombre (civil o policía) + Mujer Policía = Beso en la boca más abrazo

Cuando ya tenía frente a mí a la oficial de la Policía Metropolitana de Buenos Aires, la estreché entre mis brazos, cerré los ojos y…

Para hacerles el cuento corto aprendí dos lecciones:

1.- A las mujeres, sean policías o no, no se les puede besar sin su consentimiento.

2.- Los compañeros de celda pueden ser más cariñosos que las mujeres policías.

En fin acá sigo, aprendiendo a vivir en esta segunda patria, que me recibió con un abrazo… y un beso en la mejilla.


Photo Credits: abstrkt.ch

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