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Jorge M. Da Silva Hernandez

El bardo: República de Guarimure, “El lugar de todos los lugares”

Venezuela, el país al norte del sur de América, hoy es una isla con sus fronteras cerradas en una guerra auto infligida. Los ciudadanos caímos en una dinámica que nos atormenta en nuestras propias relaciones; no podemos hacer una cola sin insultos. La sensibilidad y la tolerancia están lastimadas.

Sin embargo, así como cuando lastimas un árbol rápido corre la sabia a sanar el cuerpo dañado, de la misma manera en estos días convulsos la gente sensible y los afectos a la poética están buscando ayudar y sanar la psiquis colectiva. Cada quien colabora desde su ámbito, los movimientos políticos andan muy activos al igual que los religiosos. La poesis no escapa a este fenómeno y desde distintos lugares de nuestra geografía hay mucha actividad. El vacío institucional para la promoción de un arte comprometido con la gente ha generado mucha acción.

Gracias a la gran actividad que se ha suscitado desde las redes sociales, me he reencontrado con viejos amigos que están muy activos generando espacios de comunicación y creación. De esta manera me enteré de la magia de lo que está sucediendo en Carora, estado Lara -ubicado en el centro occidente del país- con la llamada República de Guarimure.

Guarimure es un vocablo indígena que significa “lugar de todos los lugares”. Con esta mágica palabra el poeta Jesús Enrique León fundó, hace 20 años, la República de Guarimure para responder a la pregunta del misterio de la creación. A este noble proyecto naturalmente se han ido acercando numerosos colaboradores desde distintos lugares del país y hoy día cuenta con un inmenso capital humano que cuida con celo esta hermosa nación poética.

De la mano de su presidenta Úrsula Rey y de la ministra de la Transgresión (En la República su poética burocracia está muy bien organizada) Érika Ordosgoitti, me llegó una invitación a participar. Después de una breve investigación quedé muy sorprendido de lo que estaba sucediendo ahí (observé cortos videos donde niños desde 12 años de edad recitaban sus propias poesías) y sin dudar moví cualquier evento o cita que tenía para esos días; tenía que ver con mis propios ojos si lo que veía en los medios era tan siquiera un diez por ciento de lo que parecía.

A los pocos días estaba montado en un bus rumbo a Carora. A medida que me acercaba mi corazón palpitaba de emoción al ver esa hermosa geografía, hermosas montañas que una misteriosa vegetación pintaba con los bellos tonos del pintor venezolano Manuel Espinoza y ya iba entendiendo como algo tan mágico estaba pasando. ¿Cómo no vibrar belleza ante ese hermoso paisaje?

Al llegar a Carora todo hablaba de la República de Guarimure, las señas de la presidenta eran: «Dile al taxista que te deje en la esquina del poeta». Ya andaba inquieto y cuando le dije al taxista semejante seña pensé que tendría que explicar más, sin embargo simplemente marcó el acelerador mientras me preguntaba: ¿Por qué se llama así? A lo que le respondí: «Eso vengo a averiguar». Y la paradoja no termina ahí, cuando llego a la esquina me quedo parado viendo las casas antiguas del pasado pesado colonial y sin yo pedirle nada, un joven  me dice: «la entrada es por acá». Yo, estupefacto, de inmediato pregunté: «¿A dónde piensas que voy?». A lo que simplemente me respondió: «A la República de Guarimure». Y pensé, si todo me espera acá, éste es el lugar de todos los lugares.

Al entrar me recibe el poeta Jesús Enrique León y al tratar de presentarme me dice: «A lo mejor no lo sabes pero ya nos conocemos». No cabía en mi asombro, ¿cómo puede ser? ¿Será que siempre estuve acá y nunca lo supe? Rápido me pasaron al evento donde otro viejo amigo y antiguo cómplice de la República, Carlos Salazar Lermont (quien después supe era inmigrante ilegal de la República), daba una charla sobre historia del arte de la antigüedad hasta nuestros días. Pero lo mejor estaba por venir, el programa estaba compuesto por la presentación de monólogos interpretados por gente de todas las edades que participan en los cursos que ahí se dan. Estos estaban escritos por el poeta León a la medida de cada participante. Luego continuaba el festín de poesía con parnasos poéticos donde cualquiera del público se para a declamar. Ahí se mezclaba toda una muchachada junto a poetas experimentados como Érika Ordosgoitti. Un lujo para el oído.

Luego, cuando el racionamiento eléctrico nos lo permitió, pudimos disfrutar de la pieza instalativa “Distorsiones”, del reconocido joven artista Cristóbal Ochoa, donde en un juego de espejismos visuales y sonoros se mezcla una viva paradoja, imágenes y sonidos del país tesoro natural y humano con la miseria del caos social generado por personas inescrupulosas cegadas por la ignorancia, ideología o simple mezquindad. Todo esto era proyectado en un sinfín de espejos rotos en las paredes, imágenes preparadas por el artista proyectadas en los espejos y la gente, y un sonido igual de políptico y deformado.

En la noche pude disfrutar de una hermosa velada con los guardianes, ministros, Presidente, pueblo soberano, habitantes originales e inmigrantes ilegales de esta nación, que no está en ningún mapa, pero no saldrá de mi corazón como la realización de un mito que ni siquiera sabía que añoraba. Este fue el primero de tres días que no paré de sonreír.


Photo Credits: Rodrigo Soldon

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