Cuando tenía cinco años sentí miedo por primera vez. Fue en la fiesta de cumpleaños de mi primo Daniel. Recuerdo que nos mandaron a hacer un círculo a todos los niños de la fiesta para darnos “una sorpresita” y cuando estábamos preparados para recibir aquel regalo misterioso, las luces se apagaron y comenzó
la pesadilla.
Todos nos quedamos congelados cuando escuchamos una macabra carcajada y un hombre con peluca verde, nariz roja y enormes zapatos del mismo color, brincó al centro del círculo, haciéndonos correr a todos despavoridos. Después descubrimos que aquel payaso era nada más y nada menos que el tío Enrique, pero el mal ya estaba hecho. Así comenzó mi miedo a los payasos.
Poco después, ya en el colegio, cuando tenía 10 u 11 años, se organizó una comparsa para las fiestas de Carnaval y ¿adivinen de qué nos disfrazamos? Sí, de payasos. Recuerdo que me sentí ridículo, casi no voy a la escuela ese día. Fui creciendo y poco a poco descubrí que los payasos son necesarios, pues nos divierten y hacen reír.
El otro día, cuando iba camino a mi trabajo, vi colgado en un árbol (como si se tratara de una fruta) la cabeza de un payaso de juguete. Casi sin pensar en el peligro que constituye sacar el teléfono en una ciudad como Caracas, tomé una fotografía y la titulé “el árbol de payasos”. Subí la imagen a mis redes sociales con el siguiente texto:
“Ojalá y sigan sembrándose muchos árboles de payasos, para que el mundo ría más y llore menos”
Muchos compartieron mi ideal, pero otros en cambio, confesaron que aún hoy, todavía sentían algo de temor por los payasos. Al parecer la película de Stephen King, “IT”, no ayudó mucho…
Afortunadamente, hoy el clown (arte de ser payaso) tiene el puesto que se merece. De hecho, en nuestro país tenemos a personajes como “Tirro e plomo”, un súper payaso que a través de su arte lleva el nombre de Venezuela por todo el mundo.
También están el gran Domingo Mondongo, fundador de Doctor Yaso, de Improvisto y Papapayaso, un papá que además es payaso. Jorge hace una excelente labor a través de sus cuentas @soypapapayaso en Instagram y Twitter, sirviendo de guía a los padres o más bien ayudándonos a criar a nuestros hijos con buen humor.
Criar a nuestros hijos con humor es una manera de sembrar muchos árboles de payasos. Este tipo de árboles no da tanto oxígeno como uno convencional, pero sí hace del mundo un lugar no solo divertido, sino tolerante.
Ilustración por: Alexander Almarza