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amor en tiempos de covid
Photo by: spablab ©

El amor en los tiempos del COVID-19

J. y E. pueden ser dos de los amigos más cercanos que tengo en España. Una de las tantas razones que me une a ellos es la posibilidad de hablar sobre el amor y nuestras relaciones (pasadas y presentes) sin juicios innecesarios.

La última vez que nos vimos, cuando estábamos en la vieja normalidad (porque si esta es la nueva, supongo que la anterior es la vieja), nuestras relaciones amorosas estaban en lugares completamente distintos.

Yo, por fin vivía un período de calma con S. después de toda la tormenta que significó nuestro primer año juntos como emigrantes. Por su lado, J., después de una relación que lo dejó con el corazón muy roto, había logrado tener la oportunidad de comenzar a salir con V. Por otra parte, E. estaba tratando de recuperar su relación con C., después de haber estado un tiempo separados por un beso errático.

Con estos escenarios, los tres, como el resto de la población mundial, tuvimos que encerrarnos a pasar el tan mentado confinamiento. Eso que teníamos la oportunidad de hablar un día cualquiera con un par de cervezas al frente, se confinó con nosotros también.

El amor, nuestras inseguridades, lo-no-resuelto, el miedo, la soledad, el-otro… Todo eso se metió entre las cuatro paredes de nuestras casas, sin posibilidades reales de escape más allá de las breves idas que podíamos ir a hacer las compras.

Habíamos entrado en un túnel en el que no sabíamos si había salida. Si hubiese sabido que todo esto nos cambiaría la vida, les habría dicho nos vemos del otro lado como frase premonitoria. Quizás así habríamos sabido que las vidas nos darían un par de vuelcos.

 


 

De esta salimos divorciados o más juntos que nunca.

Para mí, no había puntos medios. Cuando me di cuenta que las cosas irían mucho más allá de estar 15 días en casa, este fue el primer pensamiento que se vino a la cabeza. La idea de pasar las 24 horas del día con otra persona que no sea yo misma, me resultaba aterradora. Por mucho que me guste la compañía de otras personas, en mi cabeza este encierro podía ser el inicio del guion de una película de terror.

Para mi sorpresa, creo que en el confinamiento fue la primera vez que vi a S. en toda su extensión de persona desde que nos vinimos de Venezuela.

A pesar de que he sido muy vocal en decir que la migración cambia a las personas, y estaba conscientes de mis propios cambios; no me había tomado el tiempo de contemplar a la persona que me acompaña.

Podría sonar como una experiencia de documental, durante la cual lo observé con curiosidad científica, pero la realidad es que este período de calma y de mirar dentro de las paredes de mi propia casa, me hizo filtrar el ruido de fuera y escuchar cosas que no nos habíamos dicho.

 


 

En este tiempo, pensé un par de veces en E. y sus circunstancias. ¿Cómo la estaría pasando viviendo el confinamiento con C. después de todo lo que había sucedido entre ellos? ¿Estarían haciendo esto de ignorar el elefante en el cuarto? ¿O se habrían atrevido a seguir buscando en su caja de Pandora?

Cuando le pregunté sobre cómo había sido, hubo algo en su respuesta que no me esperé.

(…)en los momentos más duro de pandemia, cuando te sentías más aislado, el mundo exterior no importaba, no había vida. Entonces los únicos inputs y emociones que te podían entrar eran tu relación(…)

Al escuchar esto, lo primero que casi sucede fue que la parte analítica en mí quiso decirle que no hablase del otro, que hablase de sí mismo. Inmediatamente entendí que decirle esto era innecesario. La verdad es que pocas experiencias nos separarán y unirán tanto a la vez como humanidad como este período de pandemia y aislamiento físico. Esta frase sobre su experiencia también resumía de alguna manera la mía.

 


 

J., que comenzaba a conocer a V. en un período donde no podían verse físicamente, donde no podían poner en práctica esto que dicen aquí en España de que el roce hace el cariño; tuvo que ingeniárselas para conocerla a través de largas conversaciones nocturnas.

Daba igual si eran 2, 20 o 6846 kms. lo que lo separaban de V. No había medio de transporte capaz de saltarse las distancias impuestas por las medidas del confinamiento. Desde su lado del amor, ese era su monstruo. ¿Qué pasaría si la química del contacto físico no estaba el día que pudiesen verse de nuevo? ¿O si no encontrar tema para conversar en la noche se convertía en costumbre?

 


 

Para alivio del que lea esto y haya llegado hasta este punto, puedo decir que los tres hemos sobrevivido. La pandemia nos hizo enfrentar los fantasmas que acechaban a nuestras relaciones, y aunque no podamos cantar victoria porque ni esto ha terminado ni las relaciones en la vida real tienen un y vivieron felices para siempre marcado y definitivo; al menos puedo decir nos hemos visto del otro lado del túnel.

 


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