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paola maita
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El alma a oscuras: historias de un apagón

Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños

que la calle se llena

“Los hijos infinitos”, Andrés Eloy Blanco

Durante el apagón nacional que hubo en Venezuela, me acordé de Andrés Eloy Blanco, porque sentía que todas las familias que estaban en Venezuela eran mías. Es cierto que, lamentablemente, nos hemos acostumbrado hasta cierto punto a las carencias, pero lo que vivimos el 7 de marzo y los siguientes días llegó a un nivel de inhumanidad que no podíamos ni queríamos imaginarnos.

Quienes viven en Venezuela han tenido que soportar la oscuridad, el ver sus alimentos pudrirse, la incomunicación, la incertidumbre… Un escenario muy cercano a lo que nos han planteado las películas post-apocalípticas y a los métodos de tortura psicológica.

Por otra parte, los que estamos fuera de Venezuela también estábamos en oscuridad. Vivimos la realidad de esos días de una forma casi psicótica. Mientras estábamos haciendo nuestras cosas, nuestra mente nos jugaba la mala pasada de imaginar a los nuestros en los peores escenarios. Estábamos aterrados de cosas imaginarias y reales al mismo tiempo, sin poder distinguir bien entre una y otra.

* * *

…nos reunimos y entre todos los vecinos hicimos una sopa en el estacionamiento. Cargamos los celulares con los carros, estamos bien

Esas fueron las primeras palabras que escuché de mi mamá en una nota de voz después de 24 horas sin saber de ella, peleando con los monstruos de mi imaginación. Enseguida me largué a llorar de imaginar a mi mamá viviendo una escena que me recordaba a The Walking Dead, pero también porque fue un recordatorio que aún hay gente buena en Venezuela. Sobrevivir es una tarea que se hace mejor en grupo.

* * *

El hambre y la oscuridad han sido los enemigos ancestrales del ser humano. Ambos retan al más primitivo de nuestros instintos: el de la supervivencia. En las situaciones extremas, encontramos que lo único que queremos es seguir vivos, pero hay quienes escogen someterse a ellas.

Me acordé de ellos buscando artículos de camping para enviárselos en una caja a mi mamá. No sé si el que inventó estos objetos pensó en personas en países gobernados por una dictadura haciendo uso de ellos, pero le agradezco que lo haya hecho. Quizás esa caja salve algún día a mi mamá de las penurias que tuvo que vivir durante las horas de penumbra.

* * *

Leo lo que he escrito en estos días en las notas de mi teléfono para ver sobre qué escribir esta semana. Las ideas son largas divagaciones sobre el miedo, el odio y la tristeza. Una de mis amigas me ha dicho que no podemos sumarnos a la oscuridad. Quiero creer que tiene razón.


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