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El Señor de los hula hula juega para vivir, por Oscar Rivas Gamboa

El abuelo malabarista estaba de parranda

La semana pasada comenzó a correr un rumor en las redes sociales: José Bestilleiro, el abuelo del hula hula de La Candelaria había muerto. Afortunadamente horas después, a través de la cuenta Instagram de Sergio Novelli se desmintió la noticia. Es decir que El abuelo malabarista no estaba muerto, estaba de parranda.

Cuando leí que José había muerto, recordé el día en que lo conocí. Lo cité en La Plaza Candelaria para entrevistarlo para CNN, y después de aquel encuentro, cada vez que caminaba por La Avenida Urdaneta pasaba a saludarlo.

En aquella primera conversación que tuvimos hace 10 años, cuando José tenía 78 años, El abuelo del hula hula me dijo: “Me siento más vivo que nunca, el secreto es entrenarme y jugar a diario”. Cuando en 2012 le pregunté si ganaba mucho dinero con los malabares, simplemente sonrió y me guiño el ojo.

José Bestilleiro es parte de ese gran número de expatriados que se fueron a Venezuela entre el 50 y el 60 como mano de obra en la construcción. Oriundo de Galicia, España y de profesión albañil, construyó una estación de gasolina en El Rosal, donde posteriormente surtió combustible durante 50 años. Pero tuvo que dejar de trabajar cuando le diagnosticaron un problema pulmonar y desde entonces ha divertido a los peatones y conductores que se trasladan por la Av. Urdaneta (frente a La Plaza Candelaria), con su destreza.

Pero tras la muerte de su esposa, y los problemas económicos que desde hace años aquejan a Venezuela, lo que vive José no es una fiesta parranda, por el contrario, según sus propias palabras se siente solo, y no tiene quien lo cuide.

Así se lo contó al cineasta venezolano Oscar Rivas Gamboa, en el cortometraje: «El Señor de los hula hula juega para vivir”.

Sin duda el material filmado por Rivas no solo pone frente a nuestros ojos el drama de José, sino de muchos otros abuelos, que también están pasando penurias, pero no son conocidos. Ojalá algún organismo, ONG, o la sociedad civil, puedan hacer algo para este señor que divirtió y sigue divirtiendo, a generaciones de venezolanos.

Termino mi columna de esta semana con una frase, lamentablemente no encontré quien es su autor, pero espero nos lleve a reflexionar:

“Cuidar de aquellos que nos han cuidado, más que un deber, es un honor”.

Hasta la semana que viene.

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