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Madeline Millán

Echoes Voices: “No se podría leer sin la traducción”

La afirmación es cierta. De hecho, en el caso de autores foráneos, se suele decir que no leemos su obra, sino lo que hizo de ella el traductor de la edición. La cita es todavía más válida en una ciudad donde el movimiento entre lenguas, protagoniza el espectro sonoro de su patio urbano.

No hay encuentro sin contacto del lenguaje y no hay empatía sin comprensión. Esta premisa, adoptada por Miguel Ángel Zapata y Madeline Millán, es la médula espinal de las lecturas que lunes a lunes y desde diez años, tienen lugar en el Cornelia Café, ese generoso punto de encuentro rojiblanco de West 4, en el corazón del Village neoyorkino. Ella, puertorriqueña, enamorada de la imagen desde su vértice cinematográfico y una periodista que cedió terreno ante la literatura, y él, peruano, entusiasta desde muy joven, de la pintura. Ambos convergen en el propósito de multiplicar el encuentro literario en la ciudad. De lecturas de poesía a antologías, de antologías a lecturas bilingües y desde éstas, a festivales y recitales de traductores.

Para la fecha, más de 100 escritores de múltiples nacionalidades han participado. Reconocidos, destacados, incipientes. Ese nivel bajo del Cornelia, con un escenario mínimo en el que caben un piano negro de cuarto de cola y dos micrófonos, ofrece a la ciudad un diálogo vivo: la posibilidad de una traducción simultánea de ese impulso, esa sensación que entendemos, percibimos poética. La labor, recientemente incluye la participación docente, en la que ofrecen Talleres de Poesía y Artes Visuales. Nuestra conversación transcurrió con la primera luz que alcanza las 5 de la tarde de un invierno inquieto, oscilante. La voz de ambos constituyó las respuestas.


Las cosas una vez hechas, parecen muy sencillas y además corren otro peligro: parecen haber estado siempre. ¿Cómo decidieron atender a la necesidad de crear un espacio así, primero de poesía y segundo bilingüe?

Yo estaba de profesora en Fashion Institute of Technology, dando clases de lengua y literatura, cuando una de mis estudiantes, que era periodista, me dijo que estaba buscando gente y apoyo para organizar un evento literario en español, ya que no había nada relacionado con hispanos. Le respondí que sí me interesaba y con apoyo de Ángelo Berga, empezamos a hacer las lecturas en el 2005. Fue difícil conseguir el espacio en el Cornelia, pues es un espacio muy solicitado, que se riñen presentaciones de teatro, música.

 

De eso, contando hasta noviembre de 2015, ya diez años, ininterrumpidos. ¿Cuándo se empezaron a sumar las iniciativas derivadas?

En el 2006 fue el mismo Ángelo, quien me propuso organizar un festival, que consistiría en buscar unir las dos Américas a través de la figura de Walt Whitman. Acepté. El evento se iba a llamar Walt Whitman: South and North, con el objetivo de buscar la tradición de Whitman, rastreando poetas de las Américas que hayan desarrollado su trabajo a partir de él. El evento, con apoyo del Teatro Madison, fue un éxito. Las lecturas siguieron y luego, apoyada en lecturas de Nina Alexander, empecé yo misma a traducir, poesía turca y luego a escritores de Puerto Rico, de donde soy.

¿Y luego nace Echoes Voices?

Echoes voices fue una propuesta nacida luego, partiendo de la idea de hacer un festival a todo dar con poetas en inglés, español y muchos otros idiomas. Las lecturas en un segundo momento sumaron a escritores norteamericanos y ahora queremos incorporar a poetas que sean también traductores. De esa experiencia, queremos reunir los trabajos en una segunda antología. La primera publicación que reunió el paso de escritores por las lecturas fue hecha en 2008 en Noches de Cornelia, A Bilingual Anthology of Contemporary Poets, de Ediciones Godot.

 

Nadie que camine unos minutos o un par de calles por Nueva York puede saltarse uno o dos gestos en español. Quizás la novedad radica en que los escritores nativos no se salten uno o dos o decenas de autores. ¿Cómo ha avanzado en esa idea de encuentro?

Con todo esto lo que hemos tratado de establecer es un diálogo con la poesía norteamericana, que, por cierto, nunca ha estado ausente de la poesía hispana. Siempre ha habido una relación, pero el interés, ha surgido mayormente por parte de los poetas hispanos y no de los otros. Han traducido a Paz, Neruda y unos pocos más, por temas de excelsa popularidad.

 

Aun así, ya es innegable el hecho: impera el diálogo entre ambas tradiciones.

Es que no se podría leer sin la traducción. Ese diálogo es absolutamente imprescindible, más que necesario.

 

¿Les parece que el mismo acto de la escritura es una traducción? ¿Cómo entienden ustedes a ese acto de hacer posible la interpretación de las emociones a través de varios lenguajes?

Es un puente necesario. Ambos nos damos cuenta de que la traducción no es traducir la palabra sino algo que atraviesa la palabra y que tiene que ver con la música, el espacio y otras tantas cosas. La maravilla de la traducción ocurre cuando te enfrentas a cosas que parecen intraducibles. Prácticamente, toca crear otra realidad.

 

¡Qué curioso! El ejercicio correcto de la traducción radicaría en los casos que la imposibilitan.

Por ejemplo, yo hablo en un poema de alumbramiento, en ese caso, usé la palabra en relación a la luz y la fotografía. Si vas al inglés aparece algo tan chato y tan plano como “to give birth”, no hay una dimensión metafórica ni idea de la expresión dar a luz y alumbrar, que nosotros tenemos por dos expresiones literales. Otro ejemplo puede ser con aquella palabra que usó Octavio Paz a lo largo de su obra y su poesía, “Vuelta” que se traduce como walking around. Para nosotros, vuelta tiene expansión, porque no sólo es girar, es dar un paseo, es muy amplia.

De las palabras, su significado al cine, los dibujos. Una línea que signa una emoción y un garabato que resume el alfabeto. Escribir es traducir un impulso. ¿Cómo se relacionan con otras manifestaciones artísticas y sus lenguajes?

El poeta puede ser de la escritura o de la imagen. Eso para nosotros es fundamental, es evidente que una persona puede manejar muy bien la palabra o el formato del poema indistintamente del género. Un ejemplo claro de ese diálogo en lo que dices, es la práctica de ver películas y escribir mientras transcurren. Allí se tratan de reducir las cosas a lo más pequeño en algo que no es sino una traducción de la imagen visual a la palabra poética.

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