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Fabian Soberon
Photo Credits: Stephanie Young Merzel ©

East Village

Dos monjes budistas caminan por el parque Madison en East Village. Se sientan cerca de mi banco. En el mismo lugar está sentado un homeless. Usa barba larga, sucia, hirsuta. Su ropa es oscura y larga. Parece un animal con sueño. Los monjes conversan en una lengua extraña. No puede ser sanscrito ni arameo. Hablan en un código que sólo ellos entienden. Cumplen el sueño del eremita: la sociedad es un obstáculo y ellos aspiran al aislamiento total. Hablan como si estuvieran solos. El homeless no los mira. Tiene los ojos fijos hacia un punto fijo en el vacío. Vive en el puro presente.

Los monjes budistas se distraen en una flor. Y luego se levantan del banco y se van. Los veo cruzar el parque y perderse en el horizonte. Son un punto de luz en la avenida.

En la esquina hay un mural con colores fluorescentes. Hay una cara tosca, rústica. Se lee “el futuro no está escrito”. Los monjes no lo miran. Ellos piensan lo opuesto.

El homeless gira por un momento la cabeza. Parece que mira a mis hijos. Es un movimiento reflejo. No mira a nadie. Sólo piensa en sí mismo.

El homeless es coherente. Vive como un cínico griego. Nada le importa. Ni siquiera la religión.


Photo Credits: Stephanie Young Merzel ©

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