Cuando llega la primavera me siento una huérfana literaria. El día parece tener más horas y yo siento que no sé qué hacer. Para sentirme menos sola, entre colores vivos y recuerdos, leo. Añoro las novelas más recientes de los escritores a quienes siempre he leído y admirado. Daría mi reino por Night de Rodrigo Blanco o por Patria o muerte de Alberto Barrera Tyszka. Celebro los triunfos de estos autores venezolanos, aun sin leerlos, porque conozco la materia de la que están hechas sus palabras. No pudiendo nadar en esas páginas, me refugio en los libros que encuentro. Me emborracho de historias para olvidar.
Fue por eso que cuando mi colega Simona me dio un ejemplar de La amiga estupenda de Elena Ferrante lo acepté. Cuando tomamos café a mitad de la mañana, Simona y yo siempre hablamos de libros. Es una devoradora de títulos con buen gusto y atención, por lo que confió en ella.
Está vez me proponía un escritor que no existe. Elena Ferrante es una escritora sin rostro y sin sexo que, detrás de un nombre falso, se convirtió en un éxito editorial internacional. Dos millones de libros vendidos en todo el mundo, decenas de traducciones; un renacer para la literatura contemporánea italiana. James Franco posteó una foto, con el libro en mano, en la que se disculpaba por el retraso a la fiesta de los Golden Globe: “I know. I’m late to the party, but this book is amazing!!!”. Me llevé el libro que me dio Simona y, en una noche de despecho, me lancé en los brazos de una narrativa extranjera. Ahí comenzó la adicción. Nunca me imaginé que lo que me había dado no era una novela de 300 páginas sino una droga.
La amiga estupenda es la primera de cuatro novelas que cuentan la vida de dos amigas. Desde la niñez hasta la adultez. Con todo lo bueno, triste, divertido y complicado que puede pasar en dos vidas. En el cocktail hay un asesinado, un desaparecido, alguien que traiciona, otro que perdona. La historia comienza en la Nápoles de los años 1950: las intrigas familiares, los misterios y la belleza que se esconde en la miseria recuerdan el realismo mágico latinoamericano. Lila Cerullo y Elena Greco son dos amigas de infancia con vidas paralelas y caracteres diversos. Se quieren y se envidian, se ayudan y se boicotean. Tienen una relación complicada como todos la tenemos. Sus vidas reflejan las expectativas y presiones sociales que recaen sobre las mujeres, a pesar de cuanto se haya ganado en el terreno de la igualdad. Aunque pueda parecer un producto de literatura femenina, La amiga estupenda no se queda allí: es una novela. Está narrada en primera persona pero no es una biografía. No tiene monólogos intimistas o estructuras complicadas. Es una novela clásica con una historia bien contada.
Tan bien contada que parece una serie televisiva, de esas que se devoran capítulo tras capítulo, temporada tras temporada. Si se llega a la última página del primer libro a las dos de la mañana de un martes, el lector no podrá evitar desvelarse y pasar al segundo libro, Un mal nombre. Mejor con ojeras al día siguiente pero sin el demonio de la curiosidad. Y luego leerá Las deudas del cuerpo y finalmente La niña perdida. La última palabra de cada libro te engancha y no te suelta más.
Simona se terminó los libros de Elena Ferrante en pocas semanas, yo me estoy tardando un poco más. Desde que entré en la vida de Lila y Elena no leo otra cosa. Quiero saber qué fue lo que pasó. Como muestra de agradecimiento, le regalé a mi colega otra dulce adicción: el cronopio de Julio Cortázar.