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fabian soberon
Photo Credits: Ric Capucho ©

Dos ciudades

En aquel tiempo benéfico de Milán proyecté una ciudad ideal.

La llave para mejorar la salud de los habitantes es crear una ciudad resguardada, amurallada, protegida. Al lado del río, se puede construir una ciudad. Allí, las personas pueden defecar y orinar tranquilos. El agua del río limpia la semilla de pestilencia y muerte.

El cuerpo tiene canales de circulación de la sangre. Las ciudades imaginadas tienen circuitos de circulación de los fluidos, como el estiércol, el veneno de la multitud.

La ciudad del futuro tiene dos niveles: uno superior en el que los ciudadanos disfrutan y bailan, se ríen y tienen sexo. Allí habrá jardines, espacios libres, plazas amplias, calles enormes. En el nivel inferior los hombres y mujeres comercian y hacen las operaciones sucias, siguen sus necesidades fisiológicas. Defecan, orinan, sangran en el subsuelo, lleno de túneles oscuros, pasadizos secretos, rincones plagados de olores y sustancias fétidas.

Para mantener limpias las avenidas al aire libre se deben hacer pendientes en las calles laterales. De este modo, los líquidos desembocan en el centro.

En la zona subterránea hay alcantarillas y callejones para el tránsito de carretas. Las sustancias pueden deslizarse por esos pasadizos estrechos y circulares.

Las casas tienen dos niveles: en el superior está la vivienda. En el inferior está la letrina. Ambas partes se comunican con una escalera de caracol.

La forma más bella es la espiral. Los cabellos de una mujer, las aletas de la máquina de volar y las escaleras de la ciudad perfecta tienen la forma de una espiral.

Nací en Vinci pero adoro Milán como esa tierra que me permitió dibujar y realizar mis exploraciones como ingeniero de Ludovico.

Yo, Leonardo, escribo esto en mi cuaderno azul a pocas horas de mi partida.


Photo Credits: Ric Capucho ©

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