Cada vez que abro la bandeja de mi correo y me entero de alguna “extensión de mi capacidad de almacenaje” pienso en la inmediata (y absurda) noción de ese espacio virtual. A fin de cuentas, hasta hace unas décadas, asociábamos forzosamente la información a la ocupación de un espacio físico. La desaparición de la Biblioteca de Alejandría tiene una presencia representativa mayor a la pérdida de un pendrive (y he perdido varios).
Estoy pensando, ahora que ViceVersa cumple su primera semana on-line, cuál es su sitio.
Curiosamente, esta era ha hecho que muchos de nuestros gustos se deslicen hacia formas no convencionales de difusión. De los discos pasamos al mp3 y claro, del kiosco a la página web, la Tablet, el celular. Pero nosotros tampoco estamos ahí. Nos manifestamos ahí, a través de ellos llegamos a ustedes, compartimos de ida y vuelta lo que somos.
Entonces reparo en la idea de los ciclos, lo que para cerrar un periodo, vuelve. Las estaciones, por ejemplo. No en vano salimos la noche que contó con la luna llena más “grande del año”. Pero tampoco estamos en la luna. Las cosas vuelven en sí, como un número en capicúa que es igual de principio a fin y de fin a principio. O los palíndromos.
Por eso nuestro movimiento no lleva una sola dirección, ni se conforma con una potente expulsión, nosotros queremos decir y queremos que nos digan. Queremos hablar y que nos hablen. Compartir y que compartan. Por eso somos un diálogo, compartimos la búsqueda. Somos un portal que reside en el talento de cada uno de sus partícipes, en su calidad de seres inquietos, dinámicos, creando, inventado, reinventado.
ViceVersa radica en un hecho cierto: el desarrollo, el empeño, el genio y el talento de cada uno de sus colaboradores. En las historias que cada uno de ellos lleva y ha llevado a pulso de crecer y perseguir sus vocaciones, ideas, iniciativas, delirios. La revista late en cada una de las historias que llevó (y nos llevó) a vivir como en Mesopotamia, entre dos ríos.
Grecia nos legó la idea de que lo verdadero es y lo falso parece ser. Pues bien, nosotros no estamos inventado ni atribuyendo nada. Es tal la magnitud de lo que está pasando entre Latinoamérica y Estados Unidos que basta con atender a ese diálogo sostenido entre varios idiomas, regiones y culturas. Desde profesionales de la educación, economistas, diplomáticos, periodistas, cineastas, fotógrafos, escritores, médicos y paremos de contar, porque el desarrollo profesional es un calco del desarrollo humano y sería absurdo limitarlo a una enumeración que mi torpeza ofrezca.
Queda implícito en nuestro nombre, que la relación es recíproca. Los invitamos a sumarse, a vivir más a fondo ese vínculo al que el continente entero, nos invita. Después de todo América, como ViceVersa, está en cada uno de los que la experimenta, vive y siente. El aprendizaje empieza por los sentidos… ¡disfruten de este nuevo número con todos ellos!
P.D. El código telefónico de Nueva York es el mismo que el de Caracas: 212, que es una capicúa, un palíndromo o ViceVersa.