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Daniel Campos
Photo Credits: Circuito Fora do Eixo ©

Domingo feliz en Recife Antiguo

Los domingos, en las inmediaciones de la calle Bom Jesusen el barrio más antiguo de Recife, se realiza una feria popular alegre y concurrida por todos: adolescentes, adultos, familias con niños, grupos de señoras, turistas.

Hay artesanías y comidas regionales de todo el Brasil: acarajé baiano (masa de frijol frita en aceite de dendê y rellena de camarones), pastel frito (mi favorito es de palmito), tapioca (a base de almidón de yuca asado en el comal), pamonha (un tipo de tamal de maíz) y demás.

El primer domingo que estuve en Recife Antiguo comí acarajé acompañado de una cerveza bien fría. Aquella noche se escuchaban, en las calles empedradas, grupos de percusión ensayando sus ritmos afrobrasileños. La potencia y el ritmo de la percusión inducían al trance en esas callejuelas antiguas.

En la plaza Marco Zero, amplia explanada al lado del río Capibaribe, una banda tocaba música pop brasileña. No era Música Popular Brasileña o MPB, que incluye géneros como el samba, el forró y demás, sino pop de consumo comercial masivo, producto de la “industria cultural”, como les gusta repetir a algunos intelectuales brasileños haciendo eco a la filosofía crítica de la Escuela de Frankfurt. Podría ser pop de la industria cultural pero la gente bailaba animadísima y alegraba el ambiente. No necesitaba filósofos criticando la música para aguarle la fiesta.

Tras anochecer y avanzar la noche, la gente convergió en la plaza del Arsenal, entre edificios restaurados de coloridas fachadas neoclásicas, donde cada último domingo del mes se realizaba el evento Dançando na Rua (Bailando en la calle). Por varias horas dos grupos tocaron música de todo tipo para bailar: swing, rock, funk, samba, axé, frevo, forró y hasta salsa. El momento culminante fue una canción de carnaval de Olinda, cuando la gente cantó y bailó moviéndose en perfecta sincronización.

A mi lado, una señora mestiza, de pelo negro y piel acaramelada, de vestido amplio, fresco, negro y de bordados coloridos, bailó todas las piezas muy sonriente y alegre, desde la primera, un rock de Elvis, hasta la última, un forró regional.La acompañé en todas las piezas que pude, aunque ella me superó en gracia, estilo y energía. Más que alegre, esa bailarina tenía aura de ser feliz. Aún recuerdo su sonrisa de perlas y su mirada de estrellas.

El segundo domingo que visité Recife Antiguo, meses después, caminé con mi amigo Gil, un brillante estudiante de filosofía, por las mismas calles empedradas, en medio de hermosos edificios neoclásicos y eclécticos, algunos decadentes. En uno de ellos, abandonado en apariencia, vi en un balcón del segundo piso un tendedero con zapatillas deportivas rojas, un pantalón de mezclilla, camisetas de hombre, un vestido negro, ropa interior de mujer y sábanas. “¿Cómo será la pareja que vive allí?”, me pregunté, mientras escuchaba una batucada vigorosa de jóvenes bohemios.

Luego anduvimos por la amplia plaza principal, kilómetro cero para todas las rutas de Pernambuco. Observé a las familias, jóvenes y niños divertirse mientras los refrescaba la brisa marina. Caminamos entre puestos de artesanos y comí tapioca en el puesto de una pareja joven. Él se llamaba Mario, ella María. Su puesto se llamaba Marioca.

Visitamos el museo Cais do Sertão y aprendí la historia del músico popular Luiz Gonzaga, rey del baião, uno de los ritmos que se baila en la fiesta de forrobodó o forró. Salimos inspirados y buscamos el baile Forró de Um Real en la plaza del Arsenal. Un trío de acordeón, zambumba y triángulo tocaba en vivo baião, xote y xaxado mientras las parejas danzaban en la calle.

Entonces la vi. Llevaba vestido verde turquesa que contrastaba con su piel de pulpa de tamarindo, sandalias doradas y una flor amarilla en el cabello negro y crespo. Tenía ojos oscuros pero brillantes como frutos de jabuticabeira. Conversamos. Era una inteligente comunicadora social. Luego bailamos un baião y dos y tres. Nos despedimos con alegría y me reencontré con mi amigo Gil. Aquel fue mi segundo domingo feliz en Recife Antiguo.


Photo Credits: Circuito Fora do Eixo ©

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