Me compro un tocadiscos. Es un modelo nuevo, fuera de época, un tocadiscos del futuro pero que emula, vanamente, el estertor mudo y rústico del pasado.
Abro la caja. Lo apoyo sobre la mesa.
Apoyo la púa frágil en la superficie negra y lustrosa. Algunas arrugas entregan el paso inevitable del río.
Al poco rato de sonar, advierto que la máquina sólo dispara melancolía. Escucho un blues de Gary Moore: el tocadiscos sólo evoca la figura afanosa de los que no están.
¿Qué es un tocadiscos? Solo eso: un disparador de ausencias.
Photo Credits: Hernán Piñera