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Disney Comfort Food

Las ciudades tienen formatos de restaurantes que son gastronómicamente una representación de su dinámica urbana. Estos lugares tienden a establecerse y convertirse en locales eternos inmutables en el tiempo. Así, París está repleta de bistros, Roma de trattorias y Nueva York de diners.

El diner es un establecimiento que se proliferó en la costa este de los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XX. En muchas ocasiones, los locales eran cápsulas metálicas prefabricadas en las que todo venía atornillado, incluidas mesas y sillas. En el caso de New York, los diner tomaron las esquinas de la 2da Avenida abriéndose camino desde el downtown hasta el uptown.

La diferencia de la trattoria, el bistro y el dinner es fundamentalmente la conveniencia. El diner, desde afuera, se ve como ventanas blancas de luz, al estilo de restaurante de comida rápida, que sirve las 24 horas del día, pero que además de ese horario tienden a tener menús extensos en los que se hace posible la anárquica decisión de cenar desayuno o de desayunar cena. Huevos fritos con tocineta y panquecas a las 11 de la noche y sandwich de pastrami con mostaza y pepinillo a las 7 de la mañana. Por ese caos se entiende al diner como la mejor representación gastronómica de Nueva York, incluso 50 años después de que empezaran a invadir la ciudad.

Para construir una metáfora que haga esta idea más obvia vale la pena mirarlo así. Nueva York es una ciudad exageradamente iluminada, donde conviven culturas en un ruido caótico que se conjugan en un lugar que es absurdamente exquisito. Por su parte, el diner, es un local donde cocina italiana, de europa del este, francesa, judía, americana, mexicana, alemana y griega conviven bajo una iluminación exagerada en un ambiente demasiado ruidoso convirtiendo una experiencia, que en teoría debería ser desagradable, en una absoluta exquisitez. 

Sentarse cerca de la ventana, como si estuvieras sentándote en una vitrina a que te vieran comer, con un Over Stuffed Pastrami Sandwich, con papas fritas, pasta de hígado y Coca Cola tiene un misticismo Neoyorquino que hace del diner lo que es. Al diner se va con el amigo, con la familia o con la pareja de hace tiempo, porque no es un lugar para impresionar a nadie, ni para quedar bien, es más lo que los americanos llaman “Comfort food”, un término que no tiene traducción al español, y que su traducción literal es “comida cómoda”, pero en realidad se le acerca más al término “comida agradable” o “comida memorable”.

El diner es la conjugación de cosas juntas que no deberían estar juntas. Es la muletilla de la ciudad, un lugar sumamente democrático en el que se conjugan culturas y personas. Es una anarquía funcional que no deja de evolucionar pero que tampoco deja de ser clásica. Es donde se come Nueva York, donde la ciudad pasa los despechos, las crisis y donde termina las celebraciones. Pero sobre todo es donde la ciudad pasa, donde el oriundo se sienta a conversar de lo que no se conversa en otra ciudad frente a la más simple, mundana y satisfactoria de las comidas, la auténtica “Comfort Food”.

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