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juan rodriguez
Photo by: Quentin Verwaerde ©

Dios, mujer y eternidad en los aforismos de Juan Rodríguez

A pesar de ser hijo de españoles, Juan Rodríguez tenía una parte de su corazón dedicada a los intelectuales ingleses y franceses. Estudiaba a los filósofos y los escritores que combinaban la devoción católica y la defensa de la patria. León Bloy, Chautebriand, Sir Thomas Browne, Chesterton y otros honrosos deístas y fervorosos amantes de la fe formaban la tradición de la que abrevaba el castizo y tucumano Juan Rodríguez. Sin embargo, su voluntad europeísta no ocultaba la clara tendencia a valorar lo autóctono: canciones populares, himnos patrios, versos dedicados a la virgen, a los santos argentinos y norteños. Para Rodríguez, lo aristocrático venía de Europa. La línea indígena era lo peor e inevitable. Los indios habían sido el pretexto para que se asiente un reinado santo y español.

Desde su juventud fue un lector asiduo y entusiasta de la Biblia, de los Padres de la Iglesia Católica y de los teólogos que se ocuparon de interpretar los textos clásicos del catolicismo. Una de sus pasiones fue el aforismo. Aunque para Rodríguez Oscar Wilde era un mariquita anglosajón, veía en él un corazón que había sabido conjugar el arte de la brevedad con la sabiduría de la sentencia. Heredero de esa mezcla, Rodríguez anotó quizás una síntesis de su pensamiento en este texto: «El pueblo argentino tiene una simiente indígena pero nada es mejor que la mezcla que conserva la pureza de lo español».

Para Rodríguez, la lucha feminista era un error. No tenía sentido ir en contra de la palabra de Dios. Para él, el orden del mundo ya estaba escrito en la mente del altísimo. Solo debíamos deletrear en la naturaleza y en el libro de la vida el alfabeto divino. Las feministas van en la dirección opuesta pero tarde o temprano descubrirán el equívoco. Rodríguez escribió que la mujer es hija de Dios y tenía por seguro que había salido de una costilla de Adán. En varias entrevistas citó a Thomas Browne: “No discuto que Eva provenga del lado izquierdo de Adán, pues aún no sé con certeza cuál es el lado derecho de un hombre, y ni siquiera si tal distinción existe en la naturaleza…”. Inspirado en el elogiado libro de Browne, el aforismo de Rodríguez dice: “No importa tanto cuál es la costilla sino el ojo de Dios y el alfabeto secreto. Nuestra tarea es descifrar el código aunque sepamos que tal búsqueda es infinita y eterna”.

En uno de sus aforismos más controversiales, Rodríguez afirma que todos los hombres están contenidos en Adán y que Adán está prefigurado eternamente en la mente de Dios, como lo está el mundo en su totalidad: Dios creó el mundo y su creación está presente –según el orden eterno– en su mente. En términos temporales, el mundo tiene inicio y fin en Dios. Bajo el aspecto de la eternidad, el mundo existe y existirá en la mente de Dios.


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