Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Sergio Marentes
Sergio Marentes - ViceVersa Magazine

Dime con quién hablas y te diré qué no pienso

Cuando el siglo veintiuno se acerca a sus primeros veinte añitos de vida se descubre que la industria del azúcar, por allá a mediados del siglo veinte, manipuló a la ciencia de la nutrición comprando las conciencias de unos pocos científicos por unos cuantos dólares, y mucho dolor físico y emocional con repercusiones gravísimas y hereditarias. A raíz de estos crímenes invisibles, cometidos hasta el cansancio a lo largo de la historia, las más damnificadas terminaron siendo las pobres grasas saturadas que, aunque también son malas, fueron la coartada perfecta del criminal silencioso y de las voces temblorosas de la prensa. El resultado fue que hoy en día a la gente le parece que es más grave la grasa saturada que un gramo de azúcar. Pero todo esto no sería tan grave si hoy, más de setecientos millones de años después de descubrir el fuego, no estuviéramos pensando, con la complicidad de los poderosos, que ingerir, por ejemplo, coca cola es lo mejor para la sed, pero sobre todo para la felicidad. O tal vez imaginándolo, porque todavía no demostramos que el azúcar ya nos mató para siempre ni que es nuestra peor enemiga, además de ser una de las industrias más rentables y asesinas del planeta.

Pues ahora mismo acabo de terminarme una coca cola por obligación biológica, porque no tenía agua a la mano y porque coca cola había pagado para que en aquel lugar sólo se vendiera ella, como si estuviéramos en el siglo uno de nuestra era o antes, cuando todos teníamos el mismo derecho y el mismo deber de la sed y el líquido más democrático era el agua. Y siento cómo camina por mi cuerpo un asesino silencioso, un ninja que destroza lo que toca y que, a juzgar por su caminar seguro y desinteresado, jamás podrá irse de mi cuerpo porque no querrá. Lo que, en esencia, me convierte en una coca cola que escribe, un montón de azúcar inservible. Espero no haberles dado felicidad, ni diabetes, ni cáncer, ni pérdida de tiempo con estas triste palabras, así como, sobre todo, espero no haber llenado las arcas de otro millonario más: el único que hay. Eso acabo de inventarlo, o de descubrirlo, que es casi lo mismo.


Photo Credits: elitedigitalgt

Hey you,
¿nos brindas un café?