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el orden natural de las cosas
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Diaspórica: el orden natural de las cosas

Definitivamente,ante la avasallante diversidad de percepciones, discursos desordenados,modos de ver la vida, individualidades y la disfuncionalidad de narrativas totalizadoras, esa veces preferible por salud mental, asumir como credo que existe un orden en el mundo, y que este orden quizás pueda ser asumido como un símil del cambio. Como el río de Heráclito que nunca será el mismo en su permutación continua.

Pertinente metáfora la del río cuyo manido lastre geográfico le ha impuesto a la frontera entre México y Estados Unidos una línea geográfica y política, pero también una línea difuminada que va fraguando percepciones nuevas con sentimientos y deseos. Aunque en El orden natural de las cosas (Ars Communis Editorial: Chicago, 2018 (Segunda Edición)), no hay ríos, la mayoría de los relatos de esta colección del argentino Fernando Olszanski dan cuenta de personajes de nacionalidades latinoamericanas que migran hacia Estados Unidos.

En El orden natural de las cosas la ciudad de Chicago es el anclaje urbano que directa o indirectamente jala a una gran cantidad de latinoamericanos migrantes.Es la ciudad que sirve como contrapunto imaginario para los personajes en su travesía, aunque algunos cuentos no se desarrollen ahí, todos estos son cuentos urbanos.

Lo que también nos lleva a repensar los límites de las fronteras. El estilo de Fernando Olszanski es un ejemplo de prosa netamente en español escrita en territorio norteamericano;una prosa cuidada y literaria en la mayoría de los relatos. Dice Marc Auge que “encerrarse en una cultura única es lo que produce ceguera. El conocimiento de otra cultura tiene el mérito de relativizar toda adhesión a una sola cultura”, por eso, lo que los personajes de Olszanski muestran es una desestabilización de ciertos estereotipos del “buen migrante” latino en Estados Unidos.

Sucede entonces una relativización de una cultura por otra: la migración produce un cambio en los personajes, los acontecimientos los hacen verse a sí como seres en quienes ha fraguado el cambio. Aunque algunos cuentos de Olszanski parecieran tratar sobre los temas de siempre cuando se habla de migración, lo que los diferencia brillantemente es que algunas son historias oscuras y por conflictivas, más humanas.

Tal es el caso, por ejemplo de uno de los cuentos más lúcidos que abre la colección. Se llama “Mosqueteros”, en él, un personaje en tercera persona narra la historia de Emilio y su travesía de muerte por el desierto de Arizona. El relato surge como un intento de conservar la memoria del otro. Sin embargo el efecto sorpresa de este relato consiste en el tratamiento realista y brutal que el autor le da al conflicto humano en una situación límite de supervivencia. El asesinato, la compasión, el olvido de un testimonio y la lucha por la vida son los temas de este cuento.

Marc Auge dice: “Llevar a cabo el elogio del olvido no implica vilipendiar la memoria, y mucho menos aún ignorar el recuerdo, sino reconocer el trabajo del olvido en la primera y detectar su presencia en el segundo.” A partir de esta cita, se puede afirmar que esto sucede en “Mosqueteros”, y quizá en toda la colección, en narrar la pequeña historia de esos migrantes como un intento de contrarrestrar el olvido; y viceversa, pues en el deseo de olvidar la mala fortuna de la vida también se encuentra esa actitud de comunicación recíproca ante la memoria, sus fallas y omisiones que también cuentan. Así cuenta el narrador: “Emilio empezaba a pensar en su propia muerte. Se vio a sí mismo tendido en la aridez del desierto de Arizona, tal vez como alimento de carroñeros. Sólo podía pensar en su familia, que nunca se enteraría de lo sucedido; en su cadáver descompuesto a la intemperie, devorado, destruido, corrupto. (El orden natural, 14)

En “El abrelatas y el sacacorchos”, lo chocante es la perspectiva del migrante ya instalado legalmente en los Estados Unidos, con esposa norteamericana, con hijo, con casa, viviendo el supuesto sueño americano, pero el acecho del recuerdo oscuro ahí está: es un relato donde el personaje recuerda a un ex-compañero de cuarto, y el cómo se ayudó de otro para desaparecer su cuerpo muerto y evitar el infortunio de las averiguaciones y la deportación.

Cabe señalar que los motivos de la huida son variados. En el relato “La superposición de las Marías” el personaje dice: Por eso me fui de Buenos Aires, mientras otros aquí son refugiados de alguna guerra de por ahí, o buscan un futuro en una economía diferente yo vine a ocultarme, a encontrar en el espejo una imagen diferente a la que encontraba en mi ciudad. (136)

Algo importante que Olszanski hace es demostrar en sus cuentos cierta profundidad en el trato del conflicto humano; los migrantes de El orden natural de las cosas son seres a veces arrepentidos de sus decisiones, marcados por el parteaguas existencial que implica mudar.Son a veces historias de éxito como “Dinero fácil” donde las fricciones entre individuos migrantes de distintas edades y latitudes se suprimen para lograr un final armónico; o como el cuento que da título a la colección, cuyo tema es el incesto y las solidaridades torcidas.

Para resumir, el estilo de Fernando Olszanski es cuidado, siendo en la mayoría de los casos, literario, con una adjetivación precisa que potencia los efectos del contenido. Hay piezas atractivas de una prosa fina y profunda de las cuales es posible deducir que la migración de la memoria ha acompañado al flujo humano de los cuerpos para conformar historias mixtas de desplazamientos y arraigos. En estos itinerarios por la supervivencia material o emocional, las palabras se convierten en testimonio parcial de los procesos en que las personas y las comunidades mudan de regiones geográficas y culturales para ser marcados por el acontecimiento vital. Por lo tanto, El orden natural de las cosas de Fernando Olszanski es un ejemplo de esos momentos en que la vida nos da un jirón de sí misma.

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