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paola maita
Photo by: Dr. Matthias Ripp ©

Desmemoria

Comienza a pasar lo que yo tanto temía: Mis recuerdos en Venezuela se me están escurriendo. La vida que construyo como inmigrante comienza a ocupar todos los espacios, tanto aquellos que estaban vacíos como algunos que estaban ocupados pero en desuso. La vida que creí trasplantar, comienza a morir para dar paso a la nueva. Las raíces de lo que vivo en España se van profundizando, mientras que las de Venezuela se hacen más delgadas, menos capaces de sostener todo aquello.

Perdona, hoy tengo desmemoria es algo que he dicho muchísimas veces para poder resolver un desliz momentáneo, pero este argumento se queda corto cuando quiero intentar razonar conmigo misma los motivos para haber abandonado o ignorado cosas más importantes. Se me va la conexión con la casa en la que viví entre mis 12 y 30 años, detalles de las relaciones con la gente de allí, la necesidad de regresar, las Navidades, los cumpleaños… Se me escapan como si de pronto se hubiesen recubierto de baba de caracol y se me fuesen saliendo de la mente por los oídos y la nariz. Sé que estuve pero a veces parece que no fue así.


He encontrado mis fotos de las últimas Navidades del 2016, la penúltima que pasé en Venezuela. Además de no reconocerme, me encuentro una vez más ante otro episodio de desmemoria.

Sin esperarlo, me hallo pisando ese territorio yermo y vasto a donde va a parar aquello que he elegido dejar de lado, porque quizás tener todo encima sea tan doloroso que me desarmaría.

A veces reconozco lo que veo allí, haciendo que recupere alguna cosa que creía ya olvidada. Otras, noto que algo ha pasado al olvido, como quien reconoce una calle en la que ha perdido algo que no recuerda qué es. Mi desmemoria no es lo mismo que el olvido. Lo primero es un purgatorio. Lo segundo un infierno o paraíso, según como quiera verse.

Lo viejo, lo de allí, lo que suelto, las mudanzas, las distancias, los amores del pasado, las tristezas, los logros obsoletos, la risa de aquellos con los que ya no hablo, las emociones, las pertenencias, la piel que he mudado… Comienzo a hacer un inventario de todo aquello que he desmemoriado en los últimos años para reconocer cuánto he cambiado. Lo hago como un último recurso ante la amenaza del olvido que me respira en el cuello.


Photo by: Dr. Matthias Ripp ©

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