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daniel campos
Photo by: John Gillespie ©

Del Jalapeños a la intimidad del Irish Haven

En Sunset Park aún es posible viajar de México a Irlanda en pocas cuadras. Las posibilidades de pequeñas aventuras internacionales e interculturales entre amigos son muchas.

Aquel domingo de marzo decidimos cenar en el restaurante Jalapeños. Tenía pinta de servir buena comida mexicana pues todos los comensales, así como los muchachos y las chicas del servicio, eran mexicanos. Tenía tanta onda de ser un punto de encuentro de familias inmigrantes que cuando mis amigues Emma, Paul y Declan decían algo en inglés con su acento irlandés nadie les entendía, y a Clare, con su acento de Far Rockaway, solo le entendían un poquito. El chico y la joven que nos atendían me miraban un toque sorprendidos pero agradecidos de que les hablara en español.

En la mesa los irlandeses y yo compartimos huaraches de carnitas y de pollo, flautas de chorizo, pollo monterrey (una pechuga cubierta de queso derretido que no tenía pinta muy auténtica, pero Declan la quiso) y fajitas en tortilla fresca de maíz. A mí personalmente los huaraches me supieron deliciosos y en general los aromas y sabores de la mesa nos deleitaron.

Cuando llegó la cuenta, yo pagué en efectivo. Pero mis amigos intentaron saldarla dividiéndola entre varias tarjetas de crédito y la confusión entre el inglés irlandés y el español poblano demoró casi veinte minutos en resolverse. Yo me mantuve al margen de la comedia de errores hasta que un muchacho me imploró con sus ojos que le aclarase el enredo y pues ni modo, intervine.

Además ya era hora de irnos al Irish Haven, la histórica public house irlandesa donde ya había empezado a tocar su música de cantautor nuestro amigo Niall. Caminamos apenas cuadra y media, bajando de la avenida 5 a la 4 por la calle 58, para atravesar el Atlántico. Cuando entramos al refugio irlandés, allí estaba Emmett, el cantinero de Irlanda del Norte, atendiendo la barra.

Niall ya cantaba. Me gusta escucharlo en el Irish Haven de vez en cuando porque mezcla sus piezas más viejas, las de sus primeros álbumes que ya no toca en sus conciertos, con covers de Bob Dylan, Leonard Cohen, Chris Moore y otros. En el Irish Haven, Niall se siente en casa y toca un repertorio íntimo. Ese domingo fue aún más especial pues varias veces le preguntó a su hermana Emma, quien le visitaba desde Cork, qué quería escuchar y la complació. A mí me gustó su versión de So Long Marianne, de Leonard Cohen, artista y poeta admirado también por Emma.

Niall estaba sentado en un banquito, con su guitarra y micrófono conectados al equipo de sonido, directamente en frente de la barra. En la misma se sentaron Paul, Declan, Emma y Clare junto con los demás parroquianos irlandeses, brooklynenses, chinos y latinoamericanos, una muestra de la diversidad del barrio. Pero yo me quedé de pie bebiendo una Guinness en una mesa lateral. Desde allí miraba el perfil de Niall y a mis amigues a su frente escuchándolo, conversando entre sí y bebiendo. Como suelo hacer, busqué mi punto solitario para observar y escuchar mientras mi corazón sonreía.

En algún momento Emma se me acercó con su gin and tonic, se sentó a mi lado a ver y escuchar a su hermano y me preguntó qué hacía.

—Gozar el presente —le respondí.

Me sonrió y brillaron sus ojos esmeralda que contrastaban con sus rizos rojos.

Yo le decía la puritica verdad. Me sentía feliz viendo a Niall, Clare, Emma y Paul compartir esa escena tan íntima de música folk y cariño familiar en medio de la algarabía internacional del humilde pero temperamental Irish Haven, en las cercanías del México brooklynense.


Photo by: John Gillespie ©

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