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mario blanco
Photo Credits: Contando Estrelas ©

Dejar una huella en esta vida

Dejar una huella no pienso sea el propósito principal de nuestras vidas, pero surge casi siempre espontáneamente durante nuestro desarrollo y el desenvolvimiento de nuestras actividades. Y cuando digo casi siempre porque lo opuesto es lo más doloroso, o sea no haber dejado huella alguna, una vez transcurrida nuestra existencia.

En general dejamos huellas, unas más profundas que otras, o quizás más significativas. Huellas importantes para la humanidad que nos rodea, cercanamente o internacionalmente según su trascendencia, ejemplo bien claro son las de  Einstein, Newton, Bach, Gandhi, etc etc. Podría mencionar a miles de personalidades, pero esas huellas son bien conocidas. En cambio quiero referirme a lo más cotidiano, a la vida del ser humano normal y no al trascendental.

Dejamos huellas por nuestro comportamiento, carácter, amabilidad, manifestaciones amorosas y de amistad en el campo de nuestros familiares y amigos. Estas pueden ser positivas, y también, en otros casos, pueden transformarse en huellas nefastas por razones contrarias o adversas a las antes mencionadas.

Muchas veces también dejamos huellas bellas y feas a la vez y también catalogamos las de otras personas según el criterio de cada quien.

Los ejemplos muchas veces logran ser más elocuentes, y en lo personal pondré el ejemplo de mi tío Pepe. Para algunos fue un borrachín que no logró mucho en su vida. Yo lo recuerdo con muchas aristas positivas. Era él quien sabía ganarse un peso de la nada aunque inmediatamente lo gastara en ron; quien tenía anécdotas y poesías mundanas  que recuerdo hasta el día de hoy; quien mal o bien creó una familia, aunque estuvo mucho tiempo separado de ella; quien fue capaz de  crear su propia filosofía de la vida. Mi tío Pepe dejó muchas  huellas: algunos recuerdan las feas, yo atesoro las bellas.

Otro ejemplo fue nuestra vieja amiga Gloria Ramos quien no se casó nunca y sin embargo dejó un mar de amor y enseñanzas maternales a todo aquel que “atracó” la nave de la vida en su puerto.

Lo triste es cuando recuerdas a alguien después de fallecido o piensas en una persona aun en vida, y te preguntas, ¿la vida de este ser humano qué objetivo ha tenido o tiene? ¿qué huellas dejó o dejará? Hay seres que pasan por este mundo tan inadvertidos, que duele ver lo insípidas en que han convertido sus vidas. Hay veces que el entorno les resulta adverso y no llegan a conquistar siquiera una frase de recuerdo, y en otros casos hay quien se despide tempranamente sin tener la misma oportunidad de los demás. Ejemplos conozco varios  que por respeto no mencionaré.

A veces meditamos sobre acontecimientos tristes,  y este es uno de ellos. Pero  no por eso dejan de ser instructivas, desde mi punto de vista, estas reflexiones.

Exhorto a todos a dejar huellas positivas, como son: amigos, familiares, sobre todo hijos y nietos, trabajos u obras, consejos, máximas, libros, poesías, descubrimientos, o lo que sea más compatible a la naturaleza de cada quien.

No permitamos nunca que nuestro nombre caiga en el vacío, esforcémonos con vehemencia para que nuestros descendientes, familiares o no, tengan una pista de nuestra existencia, y por favor para el buen desarrollo de la humanidad, que esta sea una huella positiva.

Al escribir estas últimas palabras, vino a mi mente  instintivamente, la imagen de ese bello poema, dicen, de autor desconocido, titulado “Huellas en la arena”. No dejen de buscarlo y leerlo, es toda una obra maestra.


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