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fabian soberon
Photo by: Noval Goya ©

Dante y la ciencia ficción

El viaje de Dante no es un viaje desde el tiempo
a otro tiempo sino a la eternidad.
Arturo Serna

 La Divina Comedia es un relato de viaje por el más allá, un ensayo en verso sobre teología y filosofía, una historia iracunda de Florencia, una autobiografía política, un relato de ciencia ficción. Quizás lo más insospechado sea que podamos leer en un poema sacro –en esa mezcla de física aristotélica y astronomía celestial– un viaje por los planetas. Entre astros, espíritus y ángeles, Dante se eleva sin nave y con su propio cuerpo.

Beatriz está muerta y él está vivo. En el Paraíso, ambos se desplazan en el espacio como espectros que se miran en espejos. Así, desde cielo estrellado, Dante ve los siete planetas:

“Entonces recorrí con la mirada
las siete esferas, y vi este globo
tan vil, que sonreí de su apariencia”.

Durante el ascenso Dante ve rayos fulgurantes, ve las falsas manchas de la luna, ve un águila plural que habla en primera persona, ve una escalera de oro hecha de beatos, ve una milicia santa en la rosa cándida.

El poeta atraviesa las nueve ruedas perfectas y pasa de la ciencia ficción al relato fantástico cuando entra al décimo cielo: en el Empíreo contempla lo sobrenatural.

Es cierto que el viaje por los diez cielos está labrado con la imaginación devota. También es cierto que Dante es un poeta estudioso que usa los diversos saberes de su tiempo para pensar la oscuridad y la luz eterna. En el fulgor infinito de la luz, en el fulgor del topacio, Dante percibe la no escuchada música divina.

Para entregar a los hombres del futuro una perspectiva de la salvación, Dante vuela entre las esferas transparentes y ve las órbitas y las luces y dialoga con la mujer que lo dejó sin decir adiós. Setecientos años después, la última sonrisa de Beatriz aún resplandece en el Empíreo.


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