La vida es una cuerda floja que se tambalea con el mínimo soplo. Subo a la cuerda y no sé si alguien me puede tender una mano o si el vacío me absorberá. En este medio, pensar en algunas cosas me parece trivial. Vivo en un proceso de inestabilidad plena. Así, si se cae un árbol o si hay muchos autos o si el frío comerá las uvas blancas me tiene sin cuidado. A veces, tiemblo frente a la posibilidad de la caída. Tengo la certeza de que todo es atravesado por la vacilación y la posibilidad del derrumbe. Una filigrana finísima separa el sentido de la nada. Por eso, no hay espera más medular que el leve movimiento de la cuerda. Si apenas se corre o tirita, puedo rodar en el vacío y mi respiración se entrecorta. Tan fugaz es la felicidad.
Photo Credits: Jin Choi