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Mario Blanco
Photo Credits: Rui Reis ©

Cuando el famoso hotel Trotcha pudo salvarse

Corrían los finales del año 1986 cuando el Partido, no el pueblo, nos eligió alcalde, Presidente del Poder Popular del Municipio Plaza de la Revolución, en Ciudad de La Habana. Uno de los principales problemas del municipio, de la capital y de toda Cuba, ha sido siempre la vivienda, por lo que gran parte de nuestro trabajo versaba sobre esta esfera. Es por ello que inmediatamente de establecernos en nuestro cargo, se nos acercó el brillante arquitecto Mario Coyula, planteándome la necesidad de salvar de las ruinas al famoso hotel Trotcha, ubicado en Calzada y 2, Vedado, explicándome la trascendencia histórica que tenía el mismo y su armoniosa arquitectura del siglo XIX, siendo entonces su fundador el famoso catalán Buenaventura Trotcha.

Dentro de la historia de esta obra, se encuentra que había sido sede de la firma, por parte de España, de la capitulación de la Ciudad de La Habana en 1999. Además en ella se habían hospedado entre otros, el poeta Rubén Darío y la brillante actriz Sarah Bernhardt, la cual tuvo un sonado romance en este lugar con el también famoso torero Mazzantini. Me agregó que nuestra ilustre poetisa Dulce Maria Loynaz, más tarde premio Cervantes en 1992, apoyaba firmemente esta idea por toda la trascendencia histórica que ese local contenía, incluso por primera vez ella y muchos otros habaneros habían observado la luz eléctrica, en dos bombillas que el dueño catalán había ordenado montar al frente del edificio. La poetisa estaba interesada en mostrarme su interés personal, por lo que solicitaba la visitásemos en su casona familiar de la calle Línea y 14 en nuestro municipio, cosa que hicimos de inmediato en los siguientes días, y recordaré eternamente la amabilidad, sencillez y modestia de esa excelsa cubana.

En visita efectuada entonces al renombrado Hotel Trotcha, que apenas se encontraba a unos pasos de la sede del gobierno municipal, constatamos además una situación engorrosa aparte de su ya avanzado estado destructivo, y es que se encontraban viviendo en sus ruinas de forma ilegal, varias familias que por una u otra razón habían perdido su vivienda o no poseían la misma. Ya antes el gobierno había pretendido desalojar a estos núcleos sin éxito alguno. Entonces ideamos la fórmula de constituir una microbrigada constructiva con la mayoría de los habitantes del lugar, para construir un edificio adonde ellos irían a vivir y así dejarían libre el inmueble para su posible rescate.

Con estas armas fuimos a la reunión provincial cuando se discutió el plan municipal de reparación y construcción del municipio. Lamentablemente se nos informó, que los recursos eran muy limitados y que la mayoría de los mismos serían para la construcción de nuevas viviendas, y que los habitantes de aquel lugar eran ilegales que no tenían ningún derecho a estar allí, y que si bien comprendían el valor histórico de aquel lugar, no había por el momento recursos para emprender tamaña tarea. Demás está decir que el Partido Municipal nos fustigó por no haber consultado antes esa iniciativa gubernamental, aunque estuviese apoyada por la Dirección provincial de Arquitectura. Bien temprano comprendimos que en nuestra sociedad, el Partido estaba para gobernar y el gobierno para obedecer, aunque durante nuestro período de mandato nos rebelamos múltiples veces contra esta forma de dirección.

Hace unos meses supimos que el huracán Irma se encargó de sepultar los últimos vestigios de esta histórica construcción, que estuvo esperando por su salvación decenas de años y por la cual luchamos desde un inicio a través de una alcaldía sojuzgada y prisionera.


Photo Credits: Rui Reis ©

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