Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Juliana Torres
viceversa

Cuadernos de Salomé (fragmentos)

 

I

al final del día le crecen
gatos
pájaros
nieve
al final del día se lo tragan
los devoradores de tiempo
los hombres taciturnos
tejiendo su madeja de sombras

no volvió a alzarse la luz

el martes quedó estancado
en la cúspide de su culminación
y a las personas
les empezaron a crecer
marañas de sangre
en los ojos,
rabiosas malezas
de niños
en el vientre,
caderas sin música
en cada espacio
de su luz
y un viento helado
finísimo
en las costillas
de los hacedores de mundos

ellos inventaron esta fauna:
la que canta
el final del día muerto

 

II

Hoy tengo rabia, una rabia mineral en la boca, en el pecho, en el esófago. Rabia estrujada, rabia pátina de días revueltos en la sangre que sale en tubos, jeringas, jeringuillas hacia el mar azulado de la sangre de todos los otros. Hoy tengo nieve en los brazos, en el pecho, en los dedos y me resisto a salir. Hoy me masturbo rabiosamente con los pensamientos de costumbre: invoco, evoco pedazos de personas que amé y me amaron, los llamo, los invito a venir para que me toquen de nuevo, con mis dedos. Hoy soy el pastiche de amores o encuentros que no alcanzaron a nacer, que fueron abortados por las criaturas que empujan los días contra la ventana y los dejan caer. Se rompen, se quiebran, estallan contra la cara del mundo y me devuelven un cuerpo viejo, con cada parte mal puesta: la boca en la mejilla, los ojos en las piernas, las plantas de los pies sonriendo desde mi cara a un amante sin gestos.

 

III

Caminar por las calles incendiándose. Caminar en llamas entre la gente, los edificios y los árboles. Una mancha temblorosa va dejando el rastro de su fuego en el cielo. La apariencia del alma es el humo que las aves se llevan a las nubes o al perfil rabioso del continente, escarpado rostro de la tierra. Con mundos adentro, se desuella la tarde, el cuerpo se quiebra en ramas y el invierno fuga la luz. Es entonces cuando las piernas recuerdan ¿Qué recuerdan? El peso del latido y la destreza de caer.

Con elegancia, con brillo y con mis dedos, caigo, voy cayendo al lugar donde habita aquello que deseo.

 

IV

Habla un poco más duro, no te escucho. Estás al fondo del fondo de tu voz. Apaga la luz. Aquí resplandecen figuras- lo recuerdo: cada martes llegaba el apagón y nos inventábamos animales con nuestras manos: el dedo meñique, el anular, el gordo se convertían en los pedazos de una gallina, de un ave, de unas alas de sombra queriendo salir. Las manos: eso era lo que resplandecía entre nosotros-. Pásame ese lápiz. Anota. Te dicto, palabra por palabra: “era el mar palpitante y nuestras piernas de entonces jóvenes, esbeltas, le daban espacio a todo lo que deseábamos: el roce del oleaje, las formas del sol sobre el agua. Era una ciudad que desaparecía en nuestro deseo de convertirla en playa y en el cielo de nuestras aves”. Escribe, dibuja. No tienes cuerdas vocales, ya sé, te estás muriendo al fondo del tiempo, de nuestro tiempo, porque ya no eres niño, aunque sea lo que veo cuando de perfil te asomas a la visión de la torre más alta.

 

V

“Soy un cuerpo que te llora” te grité desnuda cuando te levantaste para atender el fin de los días de tu animal doméstico (me masturbo ahora en colores magenta, en tonos rojizos para que se vean contra el azul pálido del aire, contra el amarillo cobrizo de mi mano). Te grité que estar en este planeta me parecía algo particularmente inhóspito. Igual te fuiste y me dejaste una frase. No salió de tu boca, solo la dejaste ahí, tendida, como ropa que se seca, hilachos de tela blanca y encima: “Cadenas de pulmones y de sangre entre mi cuerpo y tus muertos”.

 

VI

¿Y si fuera al revés? ¿Y si las luces y claroscuros que transcurrieron detrás del hombre dormido frente a mí en el metro en movimiento, cuando me fui de ti, fueran el cuerpo estático, aparentemente sólido, y detrás transcurriera el hombre como mancha, como oscuridad transitoria, como destellos de luz sin carne?

 

VII

Lo que pido hoy es que hablen, que sucedan los pájaros, la nieve, los pequeños rieles sobre el puente, el agua saturada de formas que fueron personas (ambos las vimos ir perdiendo sus cualidades humanas en el agua) y las manos, sus años, y las vejigas, la tuya y la mía, suspendidas a kilómetros de distancia del asfalto en dirección al puerto, mirando al oriente de la isla, al norte, al sur, nuestros órganos inventando su caída, la que no sucede, la que nos dibuja un organismo, uno solo, minotauro en nuestra sangre.

Eran nuestros órganos inventándose los días que nos quedaban por vivir.

 

VIII

En el distrito financiero, los edificios son montañas escarpadas, una invención geológica del hombre de negocios. Sus formas dibujan abismos, caminos, rocas, desde este lugar donde acaba de apagarse la vida de tu gato, donde acabo de abrir mi cuerpo a las calles, a la altura, al imperio mismo de la posibilidad: a la tuya de amarme con el cuerpo que naciste, a la tuya de llorar a lo peludo e informe, a ese gato, a tu duelo de pelos y así, esas cosas, desde donde miro lo que pasa entre nosotros, desde donde ya imagino ir caminando hacia lo que serás en cada día que muere.

Hey you,
¿nos brindas un café?