Algunas personas dicen que nadie es realmente de Nueva York sino que la gente se hace de allí. Dicen además que una persona se convierte en New Yorker después de haber vivido cinco años en la ciudad. Me pregunto cuánto tiempo habrá que pasar para convertirse en New Englander. Acabo de cumplir dos años en Worcester y quiero decirlo ya. Mis niñas muy orgullosas afirman que son de Worcester; incluso hace apenas unos días la mayor afirmaba que la menor había nacido aquí. Yo me imaginaba que con siete años de edad ella no tendría este tipo de confusión. Se sorprendió mucho cuando le dije que no, que la menor había nacido en el sur, en el último lugar en el que vivimos antes de mudarnos. Trató de recordarlo pero no lo logró. Luego le mostré una foto y sonrió. Con los ojos brillosos y aguados me preguntó que si aunque ella y sus hermanas habían nacido en el sur, podía decir que eran de Worcester. Le respondí con un abrazo y un sí. Una vez más confirmé la necesidad que tiene el ser humano de pertenecer a un lugar.
Con la pretensión de identificarme como oriunda de Worcester, hace unos días me dispuse a pasar el rato en el internet para buscar una de esas listas de moda que presentan cierto número de características de algún tipo de persona. En la pantalla de la laptop me encontré, sin mucho esfuerzo, con una lista de los diez rasgos que definen al New Englander. Para mi sorpresa me identifiqué con cinco. Otros más me causaron gracia y un par no me sonaron en lo absoluto. (Realmente todos me causaron gracia. Para eso están hechas esas listas). Ahora digo bubbler (o bubblah) en vez de water fountain, sé que Worcester se pronuncia WOOsta y no WorCHester, puedo distinguir entre más de dos tipos de nieve e identificar cuál es la apropiada para salir a hacer muñecos de nieve, sé que sneakers es lo mismo que tennis shoes, soy leal a Dunkin’ Donuts y no, jamás compramos ni compraremos una imitación de miel de maple.
Ojo, con esto no pretendo desapropiarme de mi origen venezolano; al contrario, creo firmemente en que una persona puede ser de varios lugares a la vez.
Volvamos al tiempo. ¿Apenas llevo dos años -y un par de meses- en Worcester? Sí. No obstante, es donde me he sentido verdaderamente parte de una comunidad en este país. Quizás como antes era estudiante de posgrado, luego profesora contratada (por semestre, unas horas aquí, unas horas allá) y después profesora tiempo completo pero con un plan laboral atado a contratos anuales, nunca me sentí parte de un lugar. Sabía que en algún momento me iría. Ahora en Worcester, aunque mi puesto todavía no es fijo (las maravillas de la academia), empiezo a ver una conexión con esta tierra y su gente. Quizás en algún tiempo tenga que escribir otra crónica para componer esta, para indicar que una vez más me he mudado pero realmente espero que no. Tal vez por eso me gusta mucho el término New Englander pues indica la pertenencia a cinco estados: Maine, Vermont, New Hampshire, Massachusetts, Connecticut y Rhode Island. Me cubro las espaldas.
Una cosa que me agrada del sufijo er en inglés es que además de señalar un gentilicio, puede indicar la relación entre una persona y un oficio u ocupación. El er se refiere a una acción, a la capacidad de una persona para convertirse en hacedora. Yo hago mucho por Worcester, por New England. Mi trabajo está basado en lo que hago por los estudiantes de Worcester y de otras ciudades de New England. Además estoy criando a tres New Englanders, y deseo que quieran esta tierra como yo tanto he querido a Maracaibo (Venezuela), la ciudad donde crecí. Entonces ya, soy una New Englander. Una New Englander que dice bubbler pero que todavía dice tennis shoes.