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naida saavedra
Photo Credits: aaron_anderer ©

Crónicas de Worcester: Ese día vi tres

Ese día vi tres. Al primero lo vi en el estacionamiento de la farmacia. Yo, al Walgreens y al CVS les digo farmacias. Me he dado cuenta que cada vez que voy a la farmacia hay uno. Un homeless. Esa palabra me retumba en la cabeza, entonces trato de buscar una en español y no encuentro ninguna que me parezca adecuada. Persona sin casa. Persona sin techo. Alguien que no tiene donde vivir. Si tratara de usar alguna de esas frases volarían los segundos y perdería la atención del interlocutor inmediatamente. Vagabundo. Me suena a delincuente. Indigente. En el diccionario dice que indigente significa una persona que no tiene medios para alimentarse, para vestirse. No se refiere exactamente a lo que es un homeless, pero bueno, me resigno y pienso: hay un indigente en la farmacia.

Era un muchacho. No tendría más de veinticinco años, según mis cálculos. Era blanco. No andaba mal vestido ni sucio. No hablaba, fumaba con una mano y con la otra sostenía un cartel que decía: Homeless. Anything helps. Estaba parado en la acera que da al semáforo en la Park, así que no se dio cuenta que yo lo vi. No creo. Estaba allí, mirando los carros entrar al estacionamiento, con el letrero en la mano. Parecía resignado, como si no tuviera otra opción. Eso es lo que me retumba en la cabeza.

Luego de la farmacia fui a echar gasolina. Vi a la segunda persona. Era un muchacho moreno, muy alto y llevaba un morral. La gorra de beisbol le ayudaba a cubrirse la cabeza del frío. Se acercó mientras yo estaba parada llenando el tanque del carro. Me habló en español. Me dijo que necesitaba dinero para darle de comer a su hijo. Al tenerlo cerca me di cuenta que era bastante joven. Le di un par de billetes que tenía en el monedero. Se fue hablando solo, mirando al cielo, diciendo palabras que no logré entender.

De allí me fui a hacer una diligencia más y volví a la casa. Todavía era temprano; como me tocaba dar clase al mediodía aproveché de resolver algunos pendientes. Dejé el carro en mi casa y caminé a la universidad. No cambio esto por nada, caminar al trabajo es una bendición. Al cabo de un rato ya me tocaba empezar mi primera clase del día. Los estudiantes tenían que entregar el tercer trabajo corto del semestre. Este es un tipo de clase para los freshmen, en inglés, sobre un tema especializado según el departamento que la imparta. Yo me ofrecí a dar una sobre inmigración y la juventud latina. Durante todo el semestre repetimos mucho las palabras DREAMer, DACA y undocumented, vimos muchas noticias, analizamos discursos y leímos artículos redactados desde diversos puntos de vista. Por asignar varios trabajos escritos y como sé que muchos de los estudiantes no están holgados económicamente, les ofrecí, como siempre hago, imprimir sus trabajos en caso que ellos no pudieran hacerlo. Imprimir no es gratis en la universidad. Una estudiante siempre me pedía que le imprimiera su trabajo. Cada vez. Ese día no fue diferente. Ese día mis estudiantes tenían que entregar un trabajo corto sobre un documental que habíamos visto la semana anterior: Inocente. Ese es el nombre de la protagonista del documental, Inocente, una artista plástica adolescente, inmigrante, indocumentada y además homeless. La discusión luego de ver el video fue muy buena. Añadimos una capa más a lo que veníamos discutiendo desde el principio del semestre. Los estudiantes, en voz alta, me dijeron que no podrían imaginarse vivir en esa situación. Allí vi la tercera persona. En el trabajo escrito tenían que relacionar de algún modo su vida con la de  Inocente y mi estudiante que nunca podía imprimir sus trabajos mencionó en su trabajo que un detalle en particular la unía a Inocente. Ella había sido homeless por un tiempo, vivió en su carro. También era de familia inmigrante. También era estudiante. Ya no era homeless pero podía entender perfectamente la situación presentada en el video.

Ese día vi tres homeless. Y volví a pensar en la palabra en español. Indigente no era adecuada para describir a mi estudiante. No había sido una persona sin casa, había sido una persona sin hogar, sin familia, sin afecto. Quizás todavía lo era.

Pero al fin y al cabo, ¿quién soy yo para describir a nadie?


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