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Mario blanco
Photo Credits: Marco Zanferrari ©

Crónicas de una alcaldía, Círculo Infantil: Saltarines del 2000

El Municipio Plaza de la Revolución en Ciudad de La Habana, Cuba, posee una extensión de algo mas de 11 km cuadrados y una población de unos 170 000 habitantes. Allí se encuentra una cantidad importante de instituciones nacionales, tales como: Universidad de La Habana, la Plaza de la Revolución, el Palacio de la Revolución, las oficinas del Comité Central y el Consejo de Estado, La Rampa (el tramo de la calle 23 que desemboca en el malecón), el Cementerio Cristóbal Colón y otros, es dada en llamársele la capital de la capital. En este territorio también se encuentran 45 círculos infantiles, y es sobre uno de ellos que va esta pequeña crónica.

Era el 1989. Enfrascados en la terminación de las obras sociales en el territorio, que la alta dirigencia del país consideraba prioritarias, todos los miembros de la alcaldía del municipio (Comité Ejecutivo del Poder Popular Municipal) nos repartíamos los controles o fiscalización de las obras que se ejecutaban. Entre las mismas se encontraba un círculo infantil, inaugurado ese mismo año, situado en la calle Tercera del Vedado en el cual estaban puliendo los pisos de granito con unas máquinas que debían rotarse de un sitio a otro para su mejor explotación. Temprano en la mañana salí a chequear el avance de la obra y al llegar me di cuenta que, tras pulir los pisos, habían dejado negligentemente la máquina sin trasladarla en otro de los lugares en los cuales la estaban necesitando y que ya la estaban reclamando. Al percatarme de esto, molesto por la falta de coordinación, ordené a los jefes de obras que allí se encontraban montar ese artefacto en un camión y llevarlo adonde hubiera tenido que estar desde el día anterior. Impetuoso como era en mis años jóvenes pedí a los presentes de empujar la máquina hacia una rampa para montarla en el camión que se encontraba a pocos pasos de distancia. Al tomar yo el lugar por el cual debíamos empezar a mover el aparato la mano derecha se deslizó por una correa y me cortó la primera falange del dedo anular. Inmediatamente me llevaron al hospital donde me operaron el dedo amputado.

En días posteriores tuvimos una reunión, donde uno de los puntos a analizar era darle nombre al círculo infantil, que a menudo recaía en el de un mártir, una frase poética de Martí o alguna expresión alusiva a la felicidad o actividad de los niños. Después de analizar algunas propuestas, el miembro del Comité ejecutivo dedicado a atender las construcciones, un gordo muy chistoso, pidió la palabra y dijo: yo propongo que el nombre sea, Deditos Traviesos. Todos reímos, pues el cubano es jocoso por idiosincrasia, no obstante adoptamos ponerle: Saltarines del 2000.

Aquel accidente no melló en lo absoluto mi forma enérgica de trabajar, pero sí me hizo meditar sobre el cuidado que debemos tener cuando trabajamos. Aquella imprudencia tuvo una dolorosa lección para mí.


Photo Credits: Marco Zanferrari ©

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