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Valerie Gomes

Crónicas de Uber

– ¿Tienes buen historial como chofer?
– Mi historia está limpia. Muy limpia. Como mi conciencia.

Taxi Driver (1976)

La ventaja de Uber sobre las cooperativas de taxi radica en la facilidad mediante la cual cualquier persona con un carro pueda ser taxista o simplemente llevar a alguien de un lugar a otro mientras vas al trabajo o de regreso a casa y recibir un pago por ello.

Al tener que utilizar Uber por lo menos 3 veces a la semana, pude conocer conductores con vidas muy interesantes, con una maleta llena de cosas que decir y un camino recorrido lleno de experiencias increíbles. Eso sin contar que los taxistas, por alguna razón, tienen una sabiduría y una facilidad para saber de todo un poco y hablar de cualquier cosa.

El primer conductor que conocí se llama Siaosí, un hombre grande, que manejaba una camioneta grande. Parecía hawaiano pero no quería caer en aseveraciones prematuras así que preferí preguntar de donde provenía su nombre y me responde que su madre lo llamó igual que el Rey Siaosí de la Isla Tonga, un pequeño paraíso en la Polinesia. Siaosí me comenta que con lo que gana siendo conductor en San Francisco es considerado un millonario en Tonga. Gracias a su trabajo, pudo comprar una gran casa en su isla y mantiene a su madre. Lo dice con un tono de alegría pero al mismo tiempo decepcionante de no poder hacer lo mismo en San Francisco. Me dice que vive en un lugar muy feo y que está ahorrando lo suficiente para poder irse a vivir a Tonga sin tener que trabajar demasiado y simplemente disfrutar del mar.

Luego conocí a Lee, nacido en Indonesia pero traído muy joven a los Estados Unidos. Manejaba un Prius y luego de un saludo cordial me preguntó de donde era y le comento que soy Venezolana. Exclama de forma sorpresiva “Ahhh Venezuela”. Pensé “Wow, primera persona que conozco en San Francisco que conoce Venezuela”. Luego me pregunta “Eso es en Europa ¿cierto?”. Mi silencio decepcionante es seguido de un “ehhh, no. Es en Latinoamérica”. Lee me ve por el espejo asombrado y me dice “Pero, eres muy blanca para ser latina”. Silencio de nuevo, finjo tener una llamada importante.

Yonas me llevó del instituto donde veía clases hasta la estación de tren, un trayecto de 11 minutos sin tráfico. Yonas es de Eritrea, uno de los países mas jóvenes del mundo ubicado en el cuerno de África azotado por la violencia, esclavitud moderna y crímenes de lesa humanidad. Yonas me cuenta que vino a Estados Unidos como un refugiado y que a pesar de lo costoso que puede ser San Francisco, reconoce que al menos aquí puede vivir, trabajar y ayudar a su familia. Viviendo de Caracas, una de las ciudades mas violentas del mundo (incluso mas que Eritrea) sé lo importante que es sentir que puedes “vivir” y que nadie te va a matar y mucho menos salir impune luego de eso.

El día antes de irme de San Francisco conocí a Iliya, un joven como de mi edad (26-27 años), muy simpático y hablador. En seguida me preguntó de donde era y al responder que era de Venezuela me responde en un español con un fuerte acento

– “Yo hablo español. Estuve en el Caribe hace poco, es hermoso. Venezuela, debe tener playas hermosas, quiero ir pronto” le advertí que ahora no era el momento me preguntó por qué.

– “No es seguro para turistas, hay mucha violencia es imposible adquirir moneda extranjera, ahora no hay comida y básicamente hay una dictadura.” Respondí

Su cara se opacó y me responde

– “Como en mi país. La última dictadura Europea”

– “Bielorrusia ¿cierto?”

– “Si, ¿cómo sabes?” – Preguntó Iliya.

Le dije “Ambos presidentes eran muy amigos, así que escuché hablar mucho de Bielorrusia. Ya te puedes imaginar como es Venezuela. Mejor escríbeme y te aviso cuando es seguro que vayas”.

Me agradeció la advertencia y se me despidió diciendo “Pronto volveremos a ver a nuestras familias”.

Sin embargo, la persona que mas me marcó fue Fnu. Ni siquiera sé si es su nombre verdadero o es que no sabía muy bien como registrarse en la aplicación de Uber. Él es de Afganistán y a penas llevaba 2 años viviendo en San Francisco. Llegó como refugiado y estaba trabajando para poder traerse a sus hermanos. Le pregunté como era la vida en Afganistán y a pesar de su tristeza me dice que hubo momentos peores. Él conocía la situación de Venezuela y me dice “Tu país, al igual que el mío, nunca va a tener paz. Son países con muchas riquezas y los políticos solo quieren poder y dinero. A ellos no les importa la gente. Hiciste bien en salir de allí. De Afganistan ya no queda nada, arrasaron con todo, hasta con su gente”.

Hasta ahora tengo esas palabras dando vueltas en mi cabeza y pienso ¿Será verdad que estos años de violencia son solo el inicio de muchos años mas de lucha por el control de estos recursos? ¿Será que pensar en paz para Venezuela es una simple utopía?

Y aunque la bicicleta es mas ecológica, prefiero a Uber y sus historias. 


Photo Credits: SAIKUNG 西貢

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