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Criollos, mestizos y mulatos

Siempre ha existido una división. Desde la llegada de los españoles y el mestizaje hubo la separación, documentada y real. Lo cuentan los múltiples cuadros en varias partes de Latinoamérica con las combinaciones posibles entre las “razas” del nuevo mundo, diagramas con ilustraciones, casi materiales didácticos. De español e india nace un mestizo, de español y mestiza un castizo, de castizo y española, vuelve a ser español, de español y negra, mulato. Le siguen más, de indio y mestiza, de cambujo con india, de morisco y español.

Están así ordenados, de arriba hacia abajo de puro a mezcla, de blanco a negro.

Hoy en día el ya no el racismo dentro de una sociedad mayormente mestiza, pero si el clasismo y la popularizada pigmentocracia hablan de una verdad incómoda para muchos: el color de piel sigue siendo un factor a examinarse cuando analizamos la distribución de la riqueza y la movilidad social.

Alrededor del tema las opiniones varían, aún más en tiempos recientes con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien ha tomando una clara postura en contra de quienes llama “fifís” o personas con dinero. El término ha cascadeado hacia el popular colectivo, tal como demostró la activista Estefanía Veloz, quien recientemente usó el término dentro de una discusión sobre la confirmación de que la Fórmula 1 se hará en México gracias a la iniciativa privada.

Aunque el punto central del debate era su posición con respecto al hecho de que se hiciera este evento con inversión particular en vez que a partir de un financiamiento, fue atacada rápidamente por la afirmación que hizo de que los asistentes a esas competiciones compartían el fenotipo de rubios de ojos claros.

Es una verdad incómoda que no deja de ser verdad. La sociedad de castas que se originó en el siglo XV en nuestro país sigue teniendo repercusiones en nuestra sociedad. Hoy en día la mayoría del 10% de la población con mayores ingresos en México está compuesta por extranjeros, peninsulares, criollos, de origen europeo, o hijos directos de estos. En los resultados del estudio de Movilidad que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) hace tres años podemos ver que de acuerdo con el color de piel autopercibido, los tres tonos más oscuros A, B y C tienen una mayoría conformada del 24 hasta el 28% de los entrevistados con una primaria incompleta, mientras que en los tres tonos más claros, I, J y K la misma mayoría, del 25 al  28% de los entrevistados tiene o tuvo un nivel de escolaridad universitaria.

Dentro de esta realidad, los boletos más baratos para el evento automovilístico costarán 10 mil pesos, en otras palabras alrededor de 10 salarios mínimos, o poco más de la totalidad del sueldo mensual de ocho de cada diez empleados en México de acuerdo con cifras del mismo INEGI.

Las estadísticas hablan. La multitud que clama por una división de la sociedad profundizada por el uso de estos términos o poniendo ejemplos individuales personales para tratar de negar la existencia de asimetrías sociales llega 500 años tarde al momento en que se pudo evitar. La sanación de la desigualdad de privilegios no puede llegar antes del reconocimiento de las causas. Solo después, quizá, podremos empezar.


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