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COVID-19 un nuevo desorden mundial

En consideración de los múltiples análisis y reflexiones que genera y también requiere una situación tan delicada como la que estamos viviendo, hemos decidido ceder el espacio del editorial a personalidades quienes, desde diferentes profesiones y experiencias, nos ofrecerán su visión sobre el futuro que nos espera, o quizás, más bien, el futuro que podemos construir.

 

El mundo paró y la vida nos cambió cuando menos lo esperábamos, como en un capítulo de la serie Black Mirror apareció un virus mundial con miras a eliminarnos a todos. Invisible, impredecible y pandémico nos encerró en este año bisiesto dándonos casa por cárcel. Lo que en mi caso no logró el chavismo ni el madurismo, lo lograron los soldados del virus.

Para una caricaturista no es difícil quedarse en casa, tengo un trabajo que me ha vuelto un ser contemplativo frente a la realidad y la hoja en blanco, más bien tener que salir a lidiar con el mundo operativo de las diligencias me desgasta. Pero en estos últimos meses he visto la desesperación de muchos frente a la necesidad de soportarse a sí mismos encerrados en sus propias casas. Ha aumentado la presión en el hogar, se han cerrado las vías de escape y por ende el espacio donde vivimos se nos ha vuelto un espejo de nosotros mismos.

De esta experiencia y de la comunicación virtual con algunos padres preocupados por la inactividad de sus pequeños hijos, empecé a desarrollar el proyecto Rayma para colorear, consiguiendo la atención de muchos que cariñosamente me enviaron sus dibujos desde varias partes del mundo en un bello gesto de agradecimiento. El dibujo es un excelente catalizador. Los niños representan el universo que los rodea con dibujos, sus miedos, su familia, sus sueños y esperanzas. El dibujo de un niño es un banquete para cualquier psicólogo de la comunicación.

La pandemia en su goteo del día a día, nos obliga a vivir en una nave personal, donde la única ventana de comunicación es virtual, solo podemos abrazarnos sin tocarnos y besarnos sin acercarnos, es hora de crear nuevas formas de contacto. Nos volvimos vulnerables y sabemos que cada persona en el entorno puede ser sospechosa de regalarnos el contagio.

Estamos frente a un nuevo desorden mundial donde no podemos expresar las emociones de manera tradicional sino con elementos artificiales, el amor se degeneró a diversos emoticones. Seguidamente gracias a la gran capacidad que tiene el ser humano de adaptarse para sobrevivir, aparecieron los guantes, los desinfectantes, el gel, los líquidos antibacteriales, el alcohol y las mascarillas no solo como el gran negocio de la temporada, sino como un nuevo elemento de moda y una limitante en el ego de cada rostro inmortalizado en selfies.

Salir de casa es como hacer un paseo lunar, estamos tan aletargados en la caverna de Platon que ya todo pesa, hacer una logística para ir al supermercado amerita de traje espacial con guantes, hacer la fila en estricta distancia social, seleccionar los alimentos que vamos a consumir, comprar de más para no tener que volver a salir, lograr pagar las cuentas y llegar a casa a desinfectar envases, empaques y latas lo cual nos multiplica el presupuesto de tiempo en la vida de cada ciudadano.

Amanecimos en un horizonte de incertidumbre sin previo aviso, son muchas las preguntas que podemos formularnos en este tiempo de reflexión.

¿Quién contaminó nuestro aire existencial?

¿Quién fue primero, el murciélago o el pangolino?

Lo único que sabemos es que de los productos made in China, este virus será uno de los mas perdurables.

Debido a la ansiedad colectiva todos nos hemos volcado a las redes sociales. He visto la necesidad imperiosa de saturar las cuentas con absurdas idioteces tóxicas de supuestos influenciadores que no paran de hablar sin ningún aporte mínimo, que generan ruido por estar aterrados de encontrarse con el silencio. También he contemplado la necesidad de muchos de ofrecer lo mejor de sí en un mundo virtual que apenas comienza. La clave es saber seleccionar la dieta de la información que nos nutra.

Cumpleaños, matrimonios, reuniones, bautizos de muñeca y happy hours se marcan puntuales por la aplicación zoom. El mundo trata de seguir en su bradicardia, trata de continuar latiendo más allá de saber que sufrió un ataque fulminante.

En mis lecturas de niña siempre había una historieta de Mafalda donde ella pedía al globo terráqueo un STOP para poderse bajar de su espiral. Pues varias décadas después el mundo la complació.

Todos fingimos una nueva normalidad que nadie entiende, no estamos preparados para digerir esta nueva realidad. La economía puja sobre sus intereses y los gobiernos prefieren activar el comercio aun sacrificando nuevos contagios, los científicos hacen su carrera contra el tiempo para llegar a concretar una salida, los médicos y trabajadores de la salud son nuestros nuevos héroes, la vida sigue, exigiéndonos un criterio individual.

Son muchos los muertos que han quedado en el camino a causa de este virus, más los incautos que hoy niegan la existencia del mismo y salen a celebrar como si nada pasara. Seguimos al acecho de un nuevo enemigo invisible, casi imperceptible que como en las grandes audiencias de películas de ciencia ficción, llegó para quedarse.

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