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Gabriel Rodriguez

¡Corre, Forrest, corre!

Corremos y la música de nuestro cuerpo nos guía por la senda de la redención. El año nuevo trae un viento renovado de metas que nos impulsan a salir y tomar por asalto las calles, los parques y cuanta zona verde se ponga por delante. Mientras las piernas devoran el camino, destilamos nuestros males. Es un propósito unánime, una histeria colectiva: las ciudades están invadidas de runners entusiastas y de renovada fe. Y es que corremos para liberar los excesos, para exorcizar los vicios. Corremos para sufrir, para aliviar la mente saturada de ruidos. Corremos para pensar y escuchar los latidos del corazón. Corremos no para recorrer distancias y llegar lejos, corremos para acercarnos a nosotros mismos, para conocernos. Como Forest Gump, corremos para salvarnos.

Los árboles se mecen aprobando a los corredores. Asienten desde las alturas y susurran una melodía relajante que contrasta con la marea de automóviles que viaja a contracorriente. Levantas la cabeza y te proyectas en el futuro: intuyes el viento que te acariciará y la estela de ti mismo que quedará por el camino. Presientes el agotamiento y dolor. El clima no importa, siempre será oportuno, siempre será propicio. Quizás alguna nube descarriada te persiga y te empape como una bendición; quizás el sol te ponga a prueba y dejes tu piel en cada paso. No importa, estás corriendo. No hay competencia, no hay ganador. Estás avanzando, solo, hacia la agotadora serenidad del autoconocimiento.

Corremos, acariciamos la piel de asfalto que habitamos. Y el año que entra es una vuelta más en medio de las vueltas que nos configuran. Sudamos, buscando paso a paso, encontrar un estado de bienestar interior, un equilibrio. Sudamos y vencemos al tiempo, relegándolo al olvido. De esta forma, ato mis zapatillas, estiro un poco las piernas y salgo a la calle a correr. A construir un nuevo camino sobre las calles ya conocidas, a despertar lo inesperado entre la monotonía gris. Corro para corroborar que todo en la vida, todo propósito o meta, conlleva un esfuerzo. Corro porque es necesario enfrentar la comodidad y avanzar. Corro para ser un poco más yo, para dialogar y desenterrar ideas, para motivarme. Entonces todo fluye y el cuerpo grita: ¡corre, Forrest, corre!


Photo Credits: Nick Page

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