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paola maita
Photo Credits: Lucia S ©

Conticinio (Parte I)

Prefacio

En los últimos años, la mayoría de las veces que he estado despierta en la madrugada, no ha sido algo bueno. Son cuando he podido vivir el conticinio, ese momento más silencioso de la noche que no tiene hora.

Vivido un par de veces, he logrado entender el anuncio: una sensación de aire pegajoso antes de la tormenta que abruma los poros de la piel. A veces la acompaña un nudo en el estómago, la intuición de que ese momento no volverá a repetirse, un centellazo de certeza que anuncia el dolor de la lucidez.

 


 

Acto I

La primera vez que estuve en su casa fue el día que murió. Estaba con dos amigos que teníamos en común, la pareja de uno de ellos y otra chica que recién había conocido esa noche. Literalmente, lo único que nos había reunido esa noche era la muerte de alguien.

Al entrar a su cuarto, nos golpeó la certeza que teníamos desde hace tiempo: él se había suicidado lentamente frente a nuestros ojos. En la Venezuela del 2013, era bastante difícil morir de un ataque de asma. Aun así, ahí estábamos los cinco, entrando por primera vez en el que había sido su cuarto. ¿En qué momento había dejado de ser su cuarto? ¿Acaso estábamos cometiendo algún delito?

Escoger la ropa con la cual al día siguiente lo velarían, limpiar un poco el desastre que había dejado en la mañana, tratar de tocar lo justo y necesario…

El conticinio vino ese día a las 5am, en la mesa de la cocina de uno de nosotros. No podíamos hablar. M., la dueña de la casa y la mayor del grupo, trataba de contenernos cómo podía, pero la verdad era que a pesar que todos éramos psicólogos o estudiantes de Psicología, ninguno estaba en posición de poder contener al otro.

Sin importar que estuviésemos en el medio de una tormenta que no se aplacaría en mucho tiempo, el silencio me perforaba los oídos.

 


 

Acto II

Abrí los ojos a las 2:54 am con una lucidez inesperada. Hacía un par de horas había regresado a casa con más cervezas en la cabeza de las que me gustaría admitir. ¿Qué había pasado la noche anterior?

Las cervezas habían sido la excusa para tener con A. la conversación incómoda que teníamos semanas evitando. No podíamos seguir sosteniendo lo que habíamos llevado hasta ese momento. No estábamos en el mismo sitio. Ella quería una cosa y yo otra: Lo típico de dos personas que se quieren a contratiempo.

En el fondo, sabía que aquella había sido la última vez en la cual la había besado, que habíamos estado juntas. Aquella noche hablé con dos amigas que estaban en otros países, lloré sentada en el piso mientras veía el amanecer y escribí un mail de despedida. Duraría un par de años pataleando e intentando convencerme de que el destino trabajaría a nuestro favor. Eventualmente comprendí lo que me gritó el silencio de esa noche: no habríamos de volver a vernos.

(Intermedio)


Photo Credits: Lucia S ©

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