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daniel campos
Photo Credits: Walter ©

Conocer una orquídea silvestre

¡Floreció! Después de tanto observarla por fin conocí su rostro. Y comprendí su manera de ser.

Mi mamá, jardinera intuitiva, encontró la planta epífita engarzada en una palmera en La Libélula, nuestra parcela familiar en las bajuras calurosas de Tárcoles. De allí trasladó la planta al frescor del Valle Central y la colocó entre los tallos de la granadilla de monte que se enreda en la tapia de mi jardín.

Mientras a su alrededor florecían pasifloras de color rojo pasión, la orquídea se adaptó con calma a su nuevo entorno. Pasó el tiempo. Hace un mes le brotaron cuatro botones. Desde entonces yo la había observado todos los días, esperando el milagro natural de su florecer. Pero se demoraba, iba a su ritmo, no al de mis expectativas. Se tomaba su tiempo y la llevaba suave, tanto, que empecé a creer que no vería sus botones abrirse para conocer el rostro de sus flores.

Sin embargo, quizá al sentir que yo la amaba, me ha mostrado finalmente su exotismo. Son raras sus flores de pétalos retorcidos y glaucos con manchas moradas como si fueran pecas. Nunca había visto esta especie en vivero ni jardín, ni siquiera en el Botánico Lankester de la Universidad de Costa Rica, donde las especies que cultivan tienden a dar flores de belleza clásica.

Las flores de mi orquídea quizá no son bellas, al menos no de esa forma cultivada, pero sí atractivas por ser silvestres y extrañas. Quietas, silenciosas, misteriosas.

Tenés que ser paciente, esperar a que se muestren, observarlas con cuidado y cariño, sentir su manera de ser sin estruendos ni precipitaciones, descubrirlas poco a poco. No podés mirarlas una sola vez y decir «lila» o «blanca» o «bella». Las mirás una y otra vez, las dejás que se muestren poco a poco, les prestás toda tu atención y todavía no sabés qué decir.

Pero sabés que querés verlas, percibirlas en detalle, conocerlas más a fondo. Cuando no estás con ellas, llevás en tu mente el rostro y la manera de ser de estas guapas chicas raras. Las extrañás y, en cuanto podés, regresás a ellas. Como a la persona que amás.


Photo Credits: Walter ©

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