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lara solorzano
Photo by: Louise McLaren ©

Con las húngaras en un pub irlandés en Eslovaquia

Primero llegué a la casa de ellas en Sásová; un barrio que cubre siglos y siglos de minería a cielo abierto bajo sus cimientos. Entrar a su edificio ya fue el inicio de todas las aventuras y paranoias de la noche. Hay que abrir muchas puertas y andar por muchos corredores que intentan evocar la tablilla de Pilos, el sentimiento básico y laberíntico que se tiene al entrar en cualquiera de esos edificios herencia del más intrincado comunismo. El apartamento de las chicas era amplio y en la memoria me queda una colección de luces en tonos rojonaranjavino que dominaban las sensaciones del lugar. Había un adorno de jirafa que me desconcertaba un poco, parecía seguirte con la mirada por todo el recinto. Estaban todas menos Alida, creo que, por un asunto de religión.

Algunos amigos que ellas habían invitado, alegres me dijeron ¿Quieres probar el tequila al estilo húngaro? Ya imaginarán mi respuesta. El tequila al estilo húngaro consiste en poner un poco de zumo de naranja dulce en la mano y rociar el área con canela, luego tomar un shot de tequila y chupar la naranja y la canela.

Después de varios shots, ya no cabía duda de que la jirafa nos estaba viendo y emitía su juicio a través de su mirada con simétricas repeticiones al mejor estilo de Mandelbrot, el juicio era por lo de la naranja, por supuesto. Así que nos fuimos para la casa de un joven, de quien sólo recuerdo que era encantador y que también tenía otro curioso adorno de jirafa en su casa. Cierto que menciono jirafas y tequila, y luces tropicales, en pleno invierno eslovaco, pero es que había que mantener el calor a como diera lugar aunque fuera a fuerza de metáforas, estábamos quizás a menos veinticinco grados. En el punto de la noche en que la conversación comenzó de nuevo a girar en torno al adorno de la jirafa observadora nos subimos al auto de Tünde que llegó de sorpresa para llevarnos al Irish Pub en el centro de la ciudad.

El auto de Tünde era un vocho amarillo que, por dentro, tenía toda la carrocería tapizada con fotografías antiguas de su familia que databan de finales del siglo XIX, un trabajo de arte que ella misma había hecho y que llamaba: Alusión a lo Sempiterno. No sé cómo cupimos en ese pequeño auto, pero llegamos bien al Irish Pub en calle Horná, un lugar al que me habían dicho que nunca fuera pues solía ser visitado por jóvenes skinheads que no toleraban a ningún extranjero y no tendrían problema en mostrarlo. Pese a las advertencias, o mejor dicho gracias a los tequilas no les hicimos caso. Íbamos ahí en busca de punkrock y huyendo de la Jirafa del Juicio Final, como llegó a llamarla Tünde.

Entre un borovichka (destilado de ballas) y otro becherovka (destilado de clavo de olor), brindis y brindis, de pronto Evike notó que en la pared al lado de nuestra mesa habían dibujado con un lápiz una jirafa luciendo un elaborado mohawk. No salíamos de nuestro asombro, no se puede escapar del destino, desde Edipo Rey lo sabemos. Contra todo pronóstico seis húngaras y una latinoamericana no tuvimos ningún desencuentro ni con skinheads, ni con neonazis de ningún tipo. El desencuentro fue con tanta bebida dulce, así que de camino a casa se hizo la parada obligatoria para vomitar sobre la nieve, ya a treinta grados bajo cero, pero mejor decirlo como lo habría hecho Alejandra Pizarnik para que no suene tan procaz, hicimos la obligatoria parada y la desparramada rosa imprimió gritos en la nieve.

Invierno 2006


Photo by: Louise McLaren ©

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