Si bien sea cierto que hasta la fecha no contamos con un instrumento que pueda medir todo lo que sabemosy lo que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida, o bien todo eso que hemos ido almacenando y nada más en cada una de las bodegas interminables de ese laberinto hecho de materia gris en la mitad de nuestro cráneo, hay que decir que, por lo menos, ya podemos calcularlo para encontrar una cifra bastante aproximada. Acaban de inventarse la fórmula, o de descubrirla, nunca lo sé, que consiste en observar durante periodos cortos de tiempo, unos quince o veinte segundos, la distancia que hay entre nuestros pies y el piso. Perdón por la inexactitud, pero quienes nos dedicamos al mundo de las palabras debemos de serlo un poco, o bien para no momificarlas, o bien para que estas cuenten con la vida suficiente para beber de nosotros lo justo antes de dejarnos sin vida. Pero, como con el resto de las cosas que importan, con unos segundos bien usados basta. Y el resultado, luego de una juiciosa aplicación del método, se consigue con una simple regla de tres. A mayor distancia entre cada uno de los pies y el suelo, multiplicado por el tiempo que este se mantenga, el resultado será la cantidad de información que contenemos en metros cúbicos. Esto es, palabras más, palabras menos, lo que dice el instructivo de más de cincuenta páginas con el que se entrena a los encargados de hacer estas mediciones.
La cosa es simple matemática hasta que viene el líder de la investigación a decirte, tan pronto has terminado y le has entregado lleno de orgullo tu resultado, que debes volverlo a calcular porque ahora hay algo nuevo que sabes y nadie sabe cuánto mide eso nuevo que sabes si no está junto a todo lo demás.
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