El puño de la Tierra impactó tu quijada,
un puño devastador a esta mi ciudad amada,
que ha vivido tumultos, conquistas,
y revoluciones.
Mi ciudad de México, aguanta,
como Job que aguanta apuestas
entre Dios y Satanás,
porque tus tragedias
no debidas a los hombres,
las desata nuestra Tierra,
y sus volcanes feroces…
Mi ciudad de México, aguanta,
aguanta el silencio de tus voces sepultadas,
como aguantaste los cañones de Villa,
el ultraje de gringos y franchutes,
y la pisada del caballo acorazado,
pues aquí sigues parada.
Y aunque fuiste el águila caída
del último Tlatoani,
Fénix en medio de tus pies quemados,
renaces, renaces convencida.
Mi ciudad de México, aguanta el movimiento
de esta madre grande y severa,
nuestra Tierra,
que aunque violenta y despiadada,
te levantas sobre ella,
te levantas nuevamente,
en tu larga historia de tragedias,
movimientos
y grandeza desatada.