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Ciudad Maldita

CARACAS: Caracas está categorizada como la ciudad más peligrosa del orbe. De sucursal del cielo, a capital del infierno. Su tráfico es insufrible, pero sus mujeres son las más bellas del planeta. El Metro de Caracas, pasó de ser un modelo de excelencia en el mundo, a un pandemonio para locos. Caracas. Meretriz costosa. Valle de balas, custodiado por guacamayas alegres y gritonas.

El Cerro El Ávila, ahora Guaraira Repano. Las torres de El Silencio. El Poliedro. El Teatro Teresa Carreño. El Parque del Este. La Autopista Francisco Fajardo. La Ciudad Universitaria. La Plaza Venezuela. El mercado de Quinta Crespo. La Cota Mil. El Centro Comercial Ciudad Tamanaco. La Plaza Francia. El Río Guaire. El Boulevard de Sábana Grande. La avenida Libertador, esa honda herida, que no sanará jamás. 

“Caracas está hecha, de negros y metal / De brillos afilados, tacones e impiedad / Su noche es traidora, su día es infernal / Esta ciudad engaña, y clava su puñal”, me permití dedicarle un poema a Caracas, que titulé igual que esta nota: Ciudad Maldita.

En el año 2011, tuve un programa en la extinta Emisora Cultural de Caracas, que tenía a la capital de Venezuela como centro. Éramos Faitha Nahmens –amiga del alma, compañera de los tiempos de la revista Exceso- y este servidor. Tuvimos invitados de lujo, como el violinista Alexis Cárdenas, la actriz Julie Restifo, las bebas divinas de ese gang malandro llamado “BiciMamis”. La Cultural bajó la Santamaría, pero ya me había retirado tiempo atrás.

“Vivir en Caracas, morir en Caracas”, cantó nuestro particular juglar urbano, Yordano Di Marzo. La capital de Venezuela es una ciudad entrañable, pero también muy dura. Puedes comer un chocolate con pan dulce, a las tres de la tarde, en una panadería de Los Palos Grandes. O puedes recibir la sorpresa de un Smith & Wesson, calibre 38, en el centro de tu cabeza, mientras soportas un atasco en la Panamericana.

Ángel eléctrico

Caracas es una ciudad de ricos bares, de parques hermosos, de mucha vegetación, si bien le falta bastante para estar en los estándares recomendados. La gente de Caracas siempre está eléctrica, pero eso no quita la inmensa calidad humana del caraqueño, siempre a la defensiva, pero al final de la historia dispuesta a decirte cómo llegar al edificio que buscas, la farmacia donde tal vez encontrarás tu medicina. 

De un tiempo a acá, las calles de Caracas se han infectado de motos de manufactura china. Marca Empire, para ser más precisos. Muchachos de las barriadas, que no tienen cómo comprar un auto, pero aprovecharon la liquidez de los últimos años, el “Money in the pocket”, para comprar su bichita. Se han creado, entonces, líneas de mototaxis, que te llevan en un tris al lugar de tu cita.

El asunto del hampa no es cosa de juego. Vamos, que Caracas es la ciudad más peligrosa del planeta. Sin embargo, quien nació y se crió en Caracas, está supuesto a conocer los códigos de la ciudad. Los entresijos. Los atajos. Todo es cuestión de saber hacerse una concha y una rutina. El escritor Israel Centeno, ha hablado del “insilio”. Es decir, ese exilio del caraqueño, puertas adentro.

Es tanto lo que se podría decir de Caracas. Por ejemplo, podría decirse que la periodista Sofía Imber, creadora del Museo de Arte Contemporáneo, hoy de 90 años de edad, subía hasta hace no mucho el Cerro El Ávila, por la entrada de Sabas Nieves, mancuernas en mano.

Sexy & chic

Cuando yo estudiaba en la UCV, me la pasaba metido en las entrañas de ese cerro hermoso, que ha sido denominado “El Sultán de Caracas”. Subía por Sabas Nieves, a los niveles más peligrosos –mi Malibú blanco aparcado abajo-, y me bañaba en una portentosa cascada, para hacer el trayecto de bajada descalzo, pateando con el pie desnudo las piedras y el lodo pastoso. Tenía 22 años. Este año cumplo 40 años.

En el Teatro Teresa Carreño llegó a presentarse una leyenda de la Historia Universal, como Marcel Marceau. En el Teatro Nacional, nuestros mejores actores rajaron las tablas, en los años 80’s y 90’s. Gustavo Rodríguez, Tania Sarabia, Dora Mazzone, Rafael Briceño. Se montaban clásicos como El Burgués Gentilhombre, de Moliere. Todo antes de este auge de obritas baratas, de manufactura ridículamente comercial.

Digamos que Caracas, comparada con Ciudad de México, o Buenos Aires, es una ciudad chiquita, pero bendita. Yo soy plenamente feliz en Caracas. Vivo en una zona chic, del este de la ciudad, pero tengo Petare al frente, y no me ando con aspavientos. El poeta Leonardo Padrón tituló una de sus telenovelas “Ciudad Bendita”, en honor a Caracas. Al menos por esta vez, me he permitido contradecirlo. Caracas es un amor de ciudad, pero a mí, en lo particular, me parece una perfecta “Ciudad Maldita”.

Si vienes a Caracas ten sexo en la calle de los hoteles y escucha una misa en La Catedral. Ben Amí Fihman –genio total- ha dicho que “Caracas es una ciudad que se devora a sí misma”. La llamaban “la ciudad de los techos rojos”. Pero mi entrañable Faitha Nahmens ha dicho que más bien es “la ciudad de los hechos rojos”.

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gavina falchi
gavina falchi
9 years ago

…y Caracas…siempre Caracas…Bendita o maldita, pero nos ha robado el alma y entre rabias actuales y dolorosas nostalgias,aparentemente no logramos prescindir de ella..
Muy bueno tu artículo. Gracias

Elizabeth Villar
9 years ago

Me toca el alma pues maldita o bendita es la ciudad que mas amo en este mundo, a pesar que vivo en la ciudad botica!

anna maria
anna maria
9 years ago

Buenisimo Tu Articulo !!!

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