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amparo mexico venezuela
Photo Credits: davidvallaure ©

Cien años de amargura

“México se va a volver Venezuela” parece ser la frase que se repetirá una y otra vez este sexenio. La escucho mientras espero en la fila tanto de coches como de personas que le dan vuelta a una manzana, esperando para poder cargar 10 litros de gasolina, ya sea directo a su automóvil o en contenedores. Dos mujeres balancean precariamente uno de estos últimos, mientras las veo alejarse lentamente por la calle, mirando a ambos lados como si cargaran un cofre del tesoro.

El desabasto del combustible es el único tema del que se ha hablado por semanas, después de que el presidente Andrés Manuel López Obrador anunciara cambios en la forma de distribución de la gasolina, para detectar y combatir el robo y reventa del combustible extraído de manera ilícita de los ductos subterráneos instalados a lo largo del país.

Se sabía que pasaba. El cómo, el dónde. El porqué, de acuerdo con la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), una dependencia de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, han sido las “recién” detectadas operaciones de lavado de dinero que equivaldrían a ganancias de 10 mil millones de pesos.

Quince han sido detenidos hasta el momento, entre funcionarios y empresarios. La ciudadanía, o al menos los formados bajo el sol, poco les interesa. “Van a seguir robando igual ¿no?. Y mientras, le quitan a uno el tiempo” murmura un hombre al siguiente de la fila, que asiente resignado.

Lo veo entre familiares, amigos, compañeros del trabajo. Somos de ebullición rápida: ira, tristeza, cualquier alegría por las noticias de arrestos, anuncios de retrasos para la normalización de la situación, o mejoras esperadas se evaporan rápidamente en el aire. Lo que no me beneficie directamente, poco importa. Y lo que no me daña directamente a mí, aún menos.

Las protestas por las filas se van muriendo, eventualmente. El pueblo sabio quizá se terminaría por acostumbrar a las filas de dos horas, así como nos acostumbramos a injusticias peores: a que nos falten 43, al dólar más caro y a los feminicidios diarios, siendo que lo único que come el mexicano a diario es resignación y amargura.


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