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Chilangos y Superhéroes

Photo Credits: Chad Santos


CIUDAD DE MÉXICO:  En una ciudad de contradicciones, la abundancia y la escasez viven en la misma colonia, caminan por las mismas calles, y luchan para hacerse ver, oír, y notar. 

La ropa como medio de expresión ha sido una manera preferible de luchar contra la banalidad y supresión del individualismo en las grandes urbes. Al elegir nuestra moda, hacemos de nuestros gustos, elecciones, y consumo un performance. Es una manera de expresar posicionamiento social de identificar lealtades subculturales, y de hacer visible la denuncia política y necesidad económica. 

La performatividad abarca no sólo la ropa, sino muchos aspectos de la expresión cultural, como el lenguaje, las relaciones sociales y, especialmente, en la Ciudad de México, la corrupción. Sin embargo, el ejemplo más agradable y perspicaz del performance urbano que he presenciado en la Ciudad de México son los cientos de artistas callejeros, mimos, superhéroes, y personajes de películas que trabajan de día y noche en las calles de la capital. 

Aquí el pordiosero común y corriente también es superhéroe. Con ellos limosnear se  convierte en un ritual que involucra a toda la familia y a la vida pública en la ciudad, ejemplo del hambre perpetuo de esta sociedad por el entretenimiento y estímulo constante, un resultado directo del consumo incesante de televisión. 

El performance de estos villanos y superhéroes implica cuidado, pericia, y amor al arte. La investigación y el tiempo que desempeñan en elaborarse refleja una actitud DIY. Pero hay algo profundamente hermoso en todo, la elaboración de los rostros de la ciudad, la adaptación y la transformación de ellos, la posibilidad ilimitada de convertirse en algo y alguien más.

Las caras impecablemente pintadas y vestuarios elaborados con destreza rinden homenaje a la cultura norteamericana contemporánea. Es la intervención chilanga en el consumo y producción de cultura y arte que todos conocemos, queramos o no. 

Hasta los propios artistas callejeros se creen superhéroes. Por minutos, horas y noches enteras, pueden ser Navi, el Mad Hatter, o Homero Simpson. Y  hasta el Joker, impecablemente cínico, atrae tanto a niños y adultos por igual. Las sombras y los contrastes de las mañanas y noches enmarcan su escenario: el espacio urbano ilimitado.

Ellos comparten la calle y vagón de metro con nosotros. Ofrecen felicidad a cambio de atención y monedas y  momentáneamente suavizan la vida caótica de una ciudad abrumadora.

Son superhéroes cotidianos. Trabajando, luchan contra la necesidad y pobreza, honran la expresión y singularidad del chilango, y alientan la alegría de los habitantes que se reúnen a su alrededor por centenares.

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