La diferencia está en el detalle. Y ese detalle lo sentimos, lo intuimos, lo olemos; lo podemos apreciar a través de una rendija, bajo el foco de una bombilla o gracias a la luz parpadeante de una vela.
Tan pronto focalizamos nuestros sentidos hacia él, sentimos que se abre otro universo, lleno de nuevos e infinitos elementos. Como una matriochka: una imagen lleva a otra, y nuevamente percibimos elementos- visuales, sonoros, olfativos, gustativos…
Pero los detalles están para ser captados o para pasar desapercibidos.
Chiaroscuro es el resultado de llevar al papel detalles captados a través de fotogramas, instantes que a su vez salieron de escenas más grandes llenas de miles de fragmentos. El motivo para seleccionar unos sobre otro es a veces indescifrable. De allí que una determinada colección sea siempre una mirada indiscreta en la psique del seleccionador.
En las escenas del Open Air Museum (Tallin, Estonia), los espacios parecen detenidos en el tiempo y dejan intuir la presencia humana. Pero no se constata. ¿Regresará alguien a estos lugares? ¿Viven aún sus habitantes?
Como en la barroca técnica pictórica del claroscuro, los fondos quedan suprimidos, obligando así a focalizar la atención al sujeto-objeto iluminado. Pero esa misma luz que ilumina y pone en evidencia es también la que aisla y atemporaliza, dejando a sus personajes y escenas en un limbo, en un tránsito entre la vida y la muerte, en un lugar donde se suele enviar todo aquello que no deseamos olvidar pero que no queremos en nuestro presente.
Y es que la vida no nos deja tiempo para tantos detalles…