Cae el ocaso, los árboles tienen ese aroma peculiar que deposita la lluvia cuando roza las hojas, la tierra humedecida irrumpe en el juicio a través de la fertilidad de algunas flores y la muerte inmediata de otras tantas, los diminutos insectos vagan por el aire como buscando la prosperidad en el respiro del aura, otros se pasean por el cobrizo lóbrego del suelo tal vez buscando el beso oportuno para sobrevivir el tiempo suficiente entre tanta vorágine climática.
Por lo contrario yo me encuentro en los versos de Ernesto Pérez Vallejo. Lo leo y releo como si estuviese buscando respuestas en poesías de otro, de otro que nunca he vislumbrado a los ojos ni siquiera en alguna fotografía filtrada por las redes, de otro con el cuál solo he intercambiado un par de mensajes a través de Facebook, de otro que ha sabido escribir las frases precisas en los momentos intempestivos porque Ernesto no escribe poesía; él es poesía. Es poesía tanto como lo es L en mi vida, aunque para ser sincera L es mucho más, es revolución; mi revolución.
Revolución según su definición es un cambio radical insondable, una transformación sustancial, en conclusión una metamorfosis, esto es L para mí. L también es primavera y a mí me encanta besar las flores, su presencia ahoga mis eventos catastróficos e indómitos, su existencia es un viaje a la ciudad más fenomenal del cosmos sin siquiera frecuentar un aeropuerto. En ocasiones cuando cae la noche y el insomnio acaricia mis párpados comienzo a especular que la vida es una serie de acontecimientos aleatorios que sucumben en los entresijos y generan diversas sensaciones emocionales, tan distintas una de otras que es como si de pronto todos padeciéramos de trastorno de identidad disociativo.
Es que los constantes cambios son inevitables. Cambiamos de hogar al mudarnos, cambiamos de estilo al vestir, cambiamos de gustos musicales, cambiamos tanto que cuando nos detenemos a observar y miramos hacia atrás tropezamos con la objetividad de que no somos los que éramos ni seremos los que somos.
L es mi revolución, un cambio que aterrizó en mi inestabilidad, un empíreo discreto que me condujo a los panoramas más agraciados y colmados de todo aquello que solo apreciaba con los ojos tupidos. L es todo lo que está bien en mí. Somos seres en constante revolución.
Photo Credits: Alan Levine